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La simple presencia del secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, en Pekín es ya un dato a tener en cuenta. El simple hecho de que el viaje se lleve a cabo nos ofrece una opción de cierta reducción de la tensión entre las dos grandes ... superpotencias. La visita estaba prevista para febrero, pero se aplazó por la aparición de un globo espía chino por los cielos de EE UU. Un incidente que demostró la mala relación existente entre Washington y Pekín desde hace tiempo debido a la pugna por la hegemonía internacional en el ámbito económico-comercial y, sobre todo, en el tecnológico. El ambiente fue empeorando por la reclamación china sobre Taiwán y sus movimientos militares intimidatorios con la consiguiente respuesta norteamericana que considera a Taiwán y el mar del sur de China como una línea roja de sus límites de defensa. El pulso se mantiene con declaraciones, tomas de posición políticas y, lo que suele ser más preocupante, con demostraciones navales o aéreas que colocan el riesgo de enfrentamiento en unos términos delicados.
El incremento del presupuesto militar chino no ha cogido por sorpresa a nadie, pero anima una escalada militar mundial promovida por la grave crisis creada por la invasión rusa de Ucrania. En la agenda de Blinken de Pekín, con un perfil discreto preparado por la diplomacia china que ni siquiera ha recibido en el aeropuerto a su visitante con alfombra roja, destaca la opción de lograr limar algunas discrepancias para evitar que la escena internacional continúe con una inestabilidad muy negativa para todos. Los resultados más relevantes de estos encuentros suelen conocerse con el paso del tiempo, pero, en estos momentos, a las dos partes les interesa escenificar un panorama más relajado siempre que no se interprete como un síntoma de debilidad. Es el caso norteamericano donde comienza la campaña electoral y la candidatura del presidente Joe Biden a defender su reelección en la Casa Blanca no puede permitirse una acusación de cesión ante el empuje y los intereses chinos. En su primer acto electoral, Biden ha recurrido a los buenos datos económicos cosechados en los últimos meses de su gestión para reclamar los apoyos que necesita. Pekín no puede presumir de unos datos tan positivos y no oculta que sus exportaciones no alcanzan los niveles necesarios para mantener el crecimiento económico que garantice la creación de empleo y atenúe las desigualdades que amenazan con crear dificultades al ahora todopoderoso líder Xi Jinping que está jugando un papel de mediador internacional en regiones clave como Oriente Medio que causa enormes recelos en Washington. Sin olvidar su influencia con Putin.
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