La hipocresía del divorciado

No digo que yo tenga la verdad absoluta, pero a tenor de cómo están las iglesias un domingo cualquiera, es evidente que los cofrades son más que los católicos, al menos que los que practican la fe. Ahí radica el éxito de nuestra Semana Santa, en que participa (casi) todo el mundo y no excluye a nadie por sus diversas condiciones personales.

Precisamente por ello, es descorazonador leer noticias como las que publicó este martes (hoy en papel) en este periódico mi compañero Jesús Hinojosa sobre la anulación de las elecciones en la cofradía de la Humillación y la Estrella por el peregrino motivo de que una persona de la lista vencedora (ni siquiera es el hermano mayor) está divorciado y casado posteriormente por lo civil.

En un aterrador (perdonen que use esta palabra) párrafo, el Obispado señala que la persona «debe cumplir las normas mínimas exigibles de disciplina, doctrina moral y magisterio de la Iglesia» y no encontrarse en una situación personal «no adecuada con las directrices de la Iglesia».

En este caso, el que lo viera desde fuera sin conocer nuestra Semana Santa sí que lo entendería perfectamente; pero nosotros, que la conocemos y no somos tontos, sabemos que esto es un auténtico disparate y una enorme hipocresía. Imagínense que el Obispado privara de puestos de responsabilidad a todos los divorciados. O peor aún, a los gays. ¿Quién iba a vestir cada año a esas preciosas imágenes?