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Francisco J. Carrillo
Académico Correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
Martes, 17 de diciembre 2024, 01:00
Han pasado quince años desde las 'primaveras árabes' cuyo resultado más evidente y, a decir verdad, único fue el derrocamiento del dictador Ben Alí en Túnez y su exilio en Arabia Saudí, en donde murió. Quince años después, la dinastía Al-Asad, que 'reinaba' en ... Siria con poder absoluto, ha caído y el dictador parece haber obtenido refugio en Rusia. La revolución, apenas sangrienta, que ha tenido lugar con la toma definitiva de Damasco, ha protagonizado su 'invierno árabe' sin esperar las flores en los almendros de la próxima primavera. Las claves de esa revolución están aún por conocerse en un país en donde Rusia, así como Irán a través del Hezbolá libanés, no dudaron un solo momento en apoyar al régimen de Asad, en participar en una guerra atroz que se prolongó durante quince años; en donde la represión y la tortura era 'instrumento legal' (según me relató hace unos años en Damasco un sirio, miembro del comité 'clandestino' de Derechos humanos), con un poder territorialmente fraccionado y con un 50% controlado por el gobierno mayoritariamente de confesión alauita pro chiíta.
El resto, población sunita, cristiana y kurda. Las diversas organizaciones sunitas del norte del país, lideradas por Abú Mohamed Al-Julani, jefe del movimiento Hayat Tahrir Al-Sham (HTR), escisión de la movida terrorista de Al Qaeda, han derrocado a Bachir Al-Asad y han tomado el poder en Damasco. ¿A qué se debe la inacción de Rusia, con una potente base militar en la costa siria, así como el silencio de Irán, incluso de Estados Unidos que disponen de novecientos efectivos en el noroeste del país? Deduzco que una de las razones se encuentra en Israel, que prácticamente ha desmantelado al Hezbolá pro iraní, que ha neutralizado igualmente al Hamás pro iraní en Gaza, y que apunta seriamente a instalaciones militares y de enriquecimiento del uranio en Irán. Mientras que los rebeldes avanzaban hacia la capital, Israel los apoyó con bombardeos sobre el Centro de Seguridad Nacional en Damasco. La toma del poder en Siria ha sido 'un paseo militar', con un ejército sirio paralizado —mal pagado y mal equipado–, dando un apoyo de 'brazos caídos' a la insurrección. Por otra parte, Estados Unidos ha adoptado una posición similar a la retirada de Afganistán; no le interesa estas guerras aún a sabiendas de que el actual cambio de régimen en Siria es liderado por una antigua rama de Al Qaeda. Demasiados interrogantes y no menos inquietudes, lo que no obsta, más bien lo contrario, para que la población siria, los más de seis millones de exiliados, incluso la mayoría de las cancillerías hayan saludado la caída del régimen de Al-Asad al que muchas de ellas apoyaron con un silencio 'táctico'.
Otro dato sorprendente: el primer ministro de Al-Asad, Mohamed Ghazi Al-Jalili, ha declarado estar dispuesto a efectuar una ordenada entrega del poder. Por su parte, el jefe islamista-nacionalista Al-Julani, que figura en la lista de terroristas, ha declarado, desde la mezquita de los Omeyas, que 'protegerá a la minoría cristiana y a las otras minorías', ante la presencia de mujeres revestidas con el burka…, señal de mal presagio.
El mismo día de la caída de Al-Asad y la toma de Damasco, tenía en París, a la sombra de los actos de Notre-Dame, una reunión 'informal' en el Elíseo con Macron, Trump y Zelensky en donde muy probablemente diseñaron un marco global de la paz en Ucrania. Y Macron, por su parte, ya había anunciado en París una conferencia internacional en enero para la creación del Estado Palestino. No hay duda de que el entorno político internacional ha jugado un papel de 'retaguardia' en el cambio de régimen en Siria.
El futuro de Siria está por escribir. De momento, euforia en toda la población. Y no poca inquietud. En un país multiconfesional y multiétnico, los islamistas-nacionalistas: ¿están dispuestos a un modelo laico de régimen político, democrático, de naturaleza federal al tiempo que inclusiva? O, por el contrario: ¿prevalecerá la tendencia yihadista a la creación de un Estado islámico regido por la sharía al borde del Mare Nostrum? ¿Qué porvenir le espera a la importante base militar rusa a orillas del Mediterráneo sirio? Quizás el precio pagado por Rusia para mantener esas instalaciones militares haya sido la 'no intervención' ante el avance militar de los islamistas-nacionalistas. Alguna certeza: el Líbano, con el derrocamiento de Al-Asad y el acorralamiento de Hezbolá, vuelve a respirar tras su historia trágica con Siria; Israel en alerta tras su apoyo puntual a los islamistas-nacionalistas, sin duda con advertencias, y apuntando a un Irán en sordina, pues sus 'aliados' han desaparecido de Siria, Líbano y Gaza. Turquía, miembro de la OTAN, observa a los kurdos sirios independentistas. La Unión Europea ausente. Todos estos datos hacen pensar de que Siria puede ser determinante para desbloquear un nuevo diseño de paz en el Oriente Medio, a no ser que los insurrectos tomen como modelo a un Estado teocrático islamista, lo que, sin duda, abriría una nueva guerra civil en Siria, con serias amenazas del terrorismo yihadista en el Oriente Medio y en la cuenca mediterránea. Las próximas semanas serán decisivas para despejar tantas incógnitas.
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