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Entre indultos anda el juego
Carta del director ·
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Carta del director ·
Visto lo visto habrá que prepararse para tragarse más de un sapo porque en esto del independentismo catalán lo de menos es CataluñaSi hay algo que interesa al político es el poder. Y si algo motiva al empresario es la rentabilidad. Estas dos premisas son imprescindibles para entender el planteamiento del Gobierno con los indultos a los condenados del juicio del 'procés' y también la posición de ... apoyo del presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Antonio Garamendi. Y si pensamos en la Conferencia Episcopal, debemos recordar la habilidad de la Iglesia para caminar por la ambigüedad en todos los conflictos políticos e incluso durante la etapa terrorista. En el caso de las organizaciones sindicales, tanto UGT como Comisiones Obreras llevan muchos años lejos del mundo de las ideas y argumentos hasta convertirse en meras herramientas del poder. Porque la habilidad de Pedro Sánchez y su equipo de asesores ha sido plantear los indultos como una ventana hacia lo mejor posible, como una salida, como una solución frente al enfrentamiento. En este asunto no se piensa en principios ni valores, ni siquiera en hallar una alternativa al independentismo para consolidar la unidad territorial. El equipo de Pedro Sánchez sabe perfectamente que la gente lo que quiere son salidas y por ello su discurso va ganando adeptos para la causa.
A ello hay que añadir la posición de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), que gobierna por primera vez y que se siente cómoda en el sillón del poder. Quizá le gustaría convertirse en el Partido Nacionalista Vasco (PNV) de Cataluña y poner en marcha la maquinaria de «dame pan y llámame tonto», cuya traducción en este caso es «dame dinero, inversiones y competencias y llámame tonto». Y eso también lo sabe Pedro Sánchez. El hecho de que el presidente de Cataluña, Pere Aragonès García, accediera a coincidir con el Rey Felipe VI en la convocatoria del Círculo de Empresarios de Cataluña es un gesto del cambio de actitud de ERC, que caminará por arenas movedizas, una estrategia que nos recordará a aquellos tiempos en los que unos sacudían el árbol y otros recogían las nueces.
Con esta hipótesis, cuando además el Gobierno de España tiene en su mano el reparto de una cantidad ingente de dinero de Europa en los próximos meses, parece que ganan todos. O al menos todos creen que tienen algo que ganar. Los empresarios, los sindicatos, la Iglesia, los independentistas, así como el Gobierno y sus socios, con la idea de que los indultos darán una patada hacia adelante al balón del nacionalismo catalán. Quizá los 'Jordi', Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, y otros muchos seguirán agitando el árbol independentista y otros recogerán los frutos.
Y si la estrategia de Moncloa no sale adelante, al menos frente a la gente, ellos, el Gobierno y el PSOE, dirán que por lo menos lo han intentado. Eso, según la maquinaria de conocimiento, datos y demoscopia al servicio del Ejecutivo, será suficiente para que Pedro Sánchez se reconcilie con el electorado mientras pasea con Joe Biden, da ruedas de prensa con Ursula von der Leyen y anuncia que en unos días dejaremos de usar mascarillas al aire libre, que las vacunaciones van como un tiro y que la economía está en la rampa de lanzamiento. Y la gente prefiere la posibilidad de esta arcadia feliz que otro 1 de octubre y otro 155 en Cataluña.
¿Significa eso que los indultos son la solución? Ni mucho menos. Y es lo de menos. Lo importante es que la gente lo perciba como el camino correcto. El tiempo dirá. Por eso quien se aferra a los principios, los valores, el espíritu de la Ley, la firmeza, la doctrina del Tribunal Supremo y todas esas cosas empieza a percibir una progresiva sensación de soledad. ¿Quién puede oponerse a algo que apoya la mayoría del Parlamento, el Gobierno, los empresarios, los sindicatos y la Iglesia? Uno puede mantener sus ideas y sus convicciones, pero no puede pretender, además, llevar la razón. Y en este laberinto conceptual se hallan los partidos de la derecha, tanto el PP, Vox y lo que queda de Ciudadanos, incapaces de leer la situación de una partida de ajedrez que se juega con las reglas del corto plazo. Pablo Casado corre el riesgo de aparecer como el derrotado, como un atrincherado que prefiere inmolarse a rendirse, en este caso frente a la evidencia de una ola que le pasará por encima. Con el añadido de que habrá algunos de los suyos que también se pasarán de bando.
Las ideas rara vez son compatibles con el pragmatismo. ¿Por qué? Porque el interés suele ir por delante de los principios y muchos de los protagonistas de este laberinto tienen intereses convergentes aunque sus principios sean divergentes.
Aquí lo que está en juego son las próximas elecciones, el reparto de fondos, la rentabilidad en la recuperación económica y el poder. Porque la solución al problema del independentismo nadie está dispuesto a afrontarla de verdad, que pasa irremediablemente por poner fin al adoctrinamiento educativo, que funciona como una factoría de futuros independentistas, pero también por defender los intereses de la otra mitad, la mitad no independentista, y por proteger la convivencia con igualdad de derechos frente al rodillo supremacista independentista. Haría falta, ni más ni menos, combatir una estrategia de varias décadas diseñada frente a la indiferencia sucesiva de los gobiernos del PP y el PSOE. Pero eso, claro, sería remangarse. Y para eso no estamos.
Así que no cabe otra opción que apuntalar las instituciones del Estado, la separación de poderes, la Constitución y la confianza en el sistema. Aunque no vendría mal prepararse para tragar muchos sapos y calzarse las botas de tacos para jugar en un terreno de juego embarrado en el que las reglas del juego cambian a conveniencia de quien las dicta. Porque en este partido gana quien convence a la gente, no quien lleva razón mientras los indultos van y vienen.
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