La igualdad en tiempos de confrontación
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Carta del director ·
Los extremos ideológicos amenazan el consenso desde el que romper las barreras y los techos de cristal que limitan los derechos de las mujeresLa lucha del feminismo, en la que muchos llevamos implicados con determinación desde hace tiempo, ha perdido transversalidad en beneficio de la confrontación. Hace solo tres años, en 2018, la manifestación del 8M en Málaga fue una enorme demostración ciudadana por un objetivo común: plantar ... cara al machismo, al sexismo y a la desigualdad. Más de 50.000 personas se echaron a la calle con un objetivo común: avanzar hacia una meta clara y concisa. Desde aquel día, descontando la pandemia y los efectos del Covid-19, esta revolución anda enredada con un riesgo evidente de polarización que no tiene ningún sentido. De hecho, el propio proyecto de la conocida como 'ley Trans' enfrentó a los diferentes sectores del feminismo y distanció a las históricas de las nuevas generaciones.
El feminismo siempre ha tenido claras sus prioridades: lucha contra la violencia machista en todos sus ámbitos, atención a las víctimas, educación en igualdad y ruptura del techo de cristal en el ámbito laboral. Y todo ello con una estrategia colectiva que, a pesar de la lentitud y de las trabas, iba conquistando espacios importantes.
Y en este ámbito convivían todas las formas de feminismo, desde el más aguerrido hasta el más laxo, con el detalle importante de que no estaban plenamente identificados con el espectro ideológico y político. Por encima de las diferentes formas de entender el feminismo y la revolución de la igualdad estaba el objetivo común: guerra a la violencia contra las mujeres en todo sus ámbitos y por un mundo con las mismas oportunidades para hombres y mujeres.
Quizá la forma más aceptada de feminismo sea combatir por la igualdad desde las evidentes diferencias entre hombres y mujeres. Romper las barreras, los muros y los techos de cristal que limitan los derechos de las mujeres por el hecho de ser mujer. Hoy es una evidencia que en la carrera de la vida, y especialmente en la profesional, el hombre parte con ventajas y con una mochila mucho menos pesada. Y es ahí donde hay que incidir: en la igualdad de oportunidades y en la educación desde la escuela.
Pero esas grandes batallas parecen olvidadas en los últimos tiempos en favor del feminismo político, precisamente cuando desde los extremos ideológicos se ha tensado una cuerda que amenaza con romper el consenso de la igualdad. El discurso de Vox, demencial en el caso de la negación de la violencia machista, y la radicalización del discurso de Unidas Podemos, basado en el dogma de hombre-malo frente a mujer-víctima, están tensando una cuerda de la que siempre la mayoría tiraba para el mismo lado.
A la lucha feminista le sobra propaganda y le falta acción, porque la única contribución de Vox y de Unidas Podemos en este asunto está siendo tensionar, dividir, polarizar, confundir, mentir y erosionar un trabajo de muchos años.
No hay que perder de vista los objetivos esenciales. Y uno tiende a la desesperanza cuando comprueba el éxito de los paradigmas y los estereotipos que encarnan programas como 'Mujeres, hombres y viceversa' y 'La isla de las tentaciones'. Cada hora de este tipo de 'realities' donde se visualizan roles masculinos y femeninos tradicionales destruye meses de educación en igualdad en los colegios. Pero resulta inevitable que millones de mujeres y hombres se sientan cómodos en este ecosistema que difiere tanto de la arcadia feliz de la igualdad.
Por ello la verdadera lucha está en la educación, en el desarrollo de herramientas que permitan a las mujeres concienciarse de sus derechos y de su poder como persona individual e independiente, al tiempo de que la sociedad desarrolle mecanismos y estructuras que garanticen la igualdad en todos los ámbitos. Porque tan importante es el empoderamiento en el ámbito laboral como en el personal y familiar.
Al fin y al cabo, de lo que hablamos es de la importancia de la formación, la autoestima, el carácter y la independencia económica y emocional. Y ello es transversal y no entiende de clases ni de barrios ni de ideologías.
Debería hacernos reflexionar por qué las mujeres que llegan a altas cotas de responsabilidad en el mundo de la política, la empresa, los negocios, los deportes o la cultura suelen tener una idea sobre el feminismo y la igualdad diferente al que podíamos denominar 'feminismo pedante' o políticamente correcto. Y llama igualmente la atención que ellas, en su mayoría, defienden sin complejos el feminismo y la feminidad. Es verdad que suelen ser excepciones en el mundo de la igualdad, pero se les debería escuchar más.
Porque la verdadera brecha de la mujer frente al hombre se encuentra en los ámbitos de la dependencia profesional, económica y emocional. La sociedad será más igualitaria en cuanto sea capaz de ayudar a las personas a ser más independientes en todos sus ámbitos. Y para ello no sólo basta la educación, sino estructuras sólidas que permitan a las mujeres salir del pozo de la sumisión, el maltrato o la dependencia.
Y los buenos ejemplos son siempre necesarios. Hacen falta espejos en los que mirarse desde la experiencia real y no desde la teoría. Hay que romper estereotipos desde la acción y no desde la propaganda, porque los prejuicios culturales sólo se rompen desde la propia cultura.
En los últimos meses me ha llamado mucho la atención que todo lo relativo a los hijos del matrimonio Iglesias-Montero y a la conciliación siempre corresponde a ella. La ministra es la que se lleva a los niños al trabajo, la que tiene niñera y la que responde a todo tipo de preguntas sobre este asunto, porque es a ella y no a él a la que le preguntan. Habría estado bien que fuese Iglesias el que tuviera una niñera (o niñero) que le ayudara a cuidar de sus hijos en el ministerio o que se los llevara al trabajo para conciliar. Pero también en este matrimonio lo del cuidado de los hijos y lo de la conciliación parece sólo cosa de ella.
El feminismo es una necesidad social y la lucha contra la violencia machista, una urgencia. Todo lo que sea desviarse de ese camino nos alejará de la esencia de un movimiento que debe aspirar siempre a ser transversal y humanista: la igualdad real y efectiva de los hombres y las mujeres sobre la base de las evidentes diferencias biológicas y de género.
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