Sábado, 9 de marzo 2024, 01:00
La conmemoración del Día Internacional de las Mujeres volvió a llenar ayer el espacio público con el color de la reivindicación por la igualdad reclamada ... por más de la mitad de la población. La jornada discurrió entre manifestaciones y encuentros en los que se intercalaron expresiones de denuncia con gestos de celebración. Atendiendo a convocatorias diversas que en algunos casos reflejaron, de nuevo, visiones distintas del feminismo. Desencuentros que resulta necesario situar en segundo plano cuando de lo que se trata es de atajar la expresión más extrema de la dominación machista. La violencia posesiva que demasiados hombres ejercen sobre mujeres porque solo pueden imaginarlas como suyas. La violencia como amenaza cotidiana, ante el temor de que se desencadene una agresión física o sexual. El maltrato verbal y de comportamiento constante que persigue la anulación y la sumisión. El control celoso sobre cada resquicio de libertad en el albedrío de la mujer. Junto a la omnipresente distribución de tareas y roles bajo una coerción supuestamente afectiva trufada de obligaciones. Y la práctica exclusividad de los cuidados atribuidos a madres que pasan a ser abuelas que, antes y después de la edad de jubilación, no encuentran más remedio que atender, a la vez, a sus nietos y a sus mayores.
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La desigualdad que afecta a las mujeres desde la infancia, en tanto que es desigual lo que se espera, se requiere y se les ofrece a las niñas, discurre durante toda su peripecia vital. Sesgos de género en lo académico. Itinerarios con desventaja. Menores y peores oportunidades profesionales. Un cuadro salarial y de progresión en la carrera algunos escaños por debajo del de los hombres. De nuevo con el rol exclusivo de los cuidados como destino inexorable por el que las mujeres acaparan las fórmulas de la conciliación, las reducciones horarias y las excedencias. De modo que, en el mejor de los casos, harán falta años para que la desigualdad no siga mermando los ingresos finales de la vida de todas las mujeres. El negacionismo institucionalizado de esa desigualdad por parte de Vox contribuye a la perpetuación del machismo. Pero no más que la renuencia de las familias, de los padres y de las madres, a hacerse cargo de los valores en los que acabarán operando sus hijas y sus hijos. Cuando muchos de estos últimos se aferran a la superioridad fáctica de su condición masculina para negar lo que creen son ventajas de las del otro género.
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