Todas las reivindicaciones sobre grandes proyectos de infraestructuras tienen una primera luz de alarma... como en la Isla de las tentaciones (por cierto, bien tirado ... el símil en la Comisión de Urbanismo por parte del concejal socialista Mariano Ruiz Araujo). Esa bocina estridente pita primero por alguna nimiedad, y sigue pitando cuando ya es tarde, porque tentado y tentador ya están en la cama. Del mismo modo, este periódico advirtió la semana pasada de que María Zambrano, nuestra estación de alta velocidad, comienza a dar señales de saturación. Es todavía una cuestión puntual, una situación incómoda que se produce cuando coinciden varios trenes, y que obliga a los de menos tamaño, que suelen ser los Avant de Sevilla y Granada, a estacionar antes del bretel, para dejar sitio a los convoyes más largos, que son los que meten las cabezas hasta las toperas. Con lo cual es cierto que todavía caben, porque los andenes son largos, pero algunos viajeros se tienen que dar un buen paseo andando hasta el vestíbulo.
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No es urgente, todavía, pero ya es una primera llamada de atención sobre la capacidad limitada que ofrece la terminal malagueña ante una creciente demanda de servicios ferroviarios. La dimensión metropolitana que está tomando la urbe exige empezar a planificar dónde debería ir la nueva estación, que desde ya propongo que se llame Gran Málaga. Porque desde que se empiece a diseñar hasta que se haga pueden pasar 15 ó 20 años, y para entonces, salvo hecatombe, sí es seguro que María Zambrano se habrá quedado pequeña. Por lo demás, el sitio está más o menos claro: los ingenieros coinciden en que debería estar cerca del aeropuerto, y podría ser en los terrenos de esa Ciudad Aeroportuaria con la que hace años sueña el alcalde de Alhaurín de la Torre, Joaquín Villanova. Por sus vías pasantes algún día tendrá que circular el tren litoral, de camino a Marbella y Algeciras, y a Vélez y a Nerja. Porque esa es la verdadera dimensión de ciudad a la que Málaga y la Costa del Sol se encaminan, una urbe compacta de dos millones de habitantes que trascienden con mucho el modelo de provincia segundona en el que se basó el desarrollo desde finales del siglo XX.
Es el momento de planificar pero no hace falta ser adivino para acertar que no se hará. Y no se hará porque la falta de previsión, de luces largas, es un mal endémico de Málaga, por más que pasen los años. Como siempre, cuando sea una necesidad acuciante, esos suelos ya no estarán disponibles, se habrán urbanizado y todo será más complicado e infinitamente más caro, para variar...
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