Llueve en Málaga, que no es poco. Y encima lo hace, por primera vez desde el año pasado, con atino: la dana ha acertado para ... variar y el agua ha caído en la cabecera de los embalses del Guadalhorce y del Guadalteba. Se nota en el ambiente y aunque nos agüen la fiesta nadie se queja. Bueno, sí, se quejan con razón los que les pilla la inundación por medio, pero eso tiene poco remedio. Por demás, las predicciones meteorológicas de Aemet, que aciertan mucho más de lo que muchos admiten, ven un marzo más húmedo de lo habitual. Por el momento, esta semana va a estar descargando al menos hasta el domingo.
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Y esto nos lleva a la segunda derivada: los embalses hoy se pondrán en 200 hectómetros cúbicos de líquido embalsado, que es como un umbral psicológico de lo que Málaga necesita para echar un año medio digno y con pocos recortes. Si la sucesión de borrascas se comporta como se ha previsto, igual para final de mes ya estamos en 250 a 300, que es mucha tranquilidad. Con un poco de suerte cae algo sobre la cuenca de La Viñuela, con lo que el milagro estará completo. Sin tirar cohetes, son cifras para el optimismo, después de muchos años de castigo por una sequía que parecía no tener fin.
Ahora bien, tener agua en los embalses y en los acuíferos no puede volver a ser nunca más la excusa para dejar de hacer lo que hay que hacer. Lo fue en el pasado, es evidente, y así nos va, que de aquellos barros, estos lodos... Secos. Tener garantizada el agua para algunos meses debe significar precisamente lo contrario: la oportunidad de hacer, sin prisa pero sin pausa, las obras hidráulicas que son claves para garantizar el desarrollo económico y social de un territorio que está entre los más demandados de Europa para vivir y trabajar.
Las infraestructuras son más que sabidas: una desaladora para la Axarquía, no tanto para el consumo doméstico, que está suficientemente surtido, como para el riego de los subtropicales. También hay que seguir avanzando en la red de distribución del agua regenerada por tratamiento terciario en las depuradoras para la agricultura, y llevarla a la comarca de Antequera. Y como más ahorra el que no gasta, ya tardamos en renovar la red de alta capacidad de la Costa del Sol, que tiene más agujeros que un colador.
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Esto para empezar y como mínimo, porque se me ocurren algunas obras más que haría de buena gana, si no fuera porque la burocracia las hace casi imposibles. Al menos, con agua podemos pensar y planificar sin tanta urgencia. Para variar este mes está lloviendo... Que no es poco.
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