El Centro (el histórico, no el distrito, que es mucho más grande) ha petado: el nivel de saturación llega a ser incómodo por el volumen de gente que se aglomera. Además, proliferan los negocios de baja calidad y caros. O lo que es lo mismo, ... sólo para turistas. Enhorabuena, en el Ayuntamiento acaban de descubrir lo que sabemos la gran mayoría de los ciudadanos, que vivimos en nuestros barrios, conectados con los de nuestros familiares y amigos. Y que si bajamos al Centro es por trabajo, o en alguna ocasión especial, o ninguna de las anteriores. Incluso los que vivimos en el mismo distrito, pero obviamente no en la llamada «almendra», donde prácticamente ya no vive nadie, es raro que nos encuentren alguna vez en los alrededores de Larios.

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En paralelo, los barrios, al menos, algunos de ellos, están ganando en calidad y variedad de su oferta comercial y de ocio, sobre todo, gastronómica, y ya atraen a visitantes de otras zonas, por el boca a boca entre vecinos o por la labor de divulgación que hacen publicaciones como nuestra Málaga en la mesa y la web de SUR. Aunque están abriéndose camino por su cuenta y riesgo, lo cierto es que los distritos no son el Centro, no están limpios como el Centro, no están mimados como el Centro ni se invierten millones en programar actividades culturales y lúdicas, como en el Centro.

Del mismo modo, en todos los barrios hay cientos de calles que ganarían mucho si se cerraran al tráfico o se dejan sólo para residentes o propietarios de los aparcamientos. Hay edificios públicos que podrían ser centros culturales o recursos para generar actividad y vida, oficinas para las nuevas empresas de los jóvenes y talleres. Hay parques donde el verde también necesita cuidados. Incluso hay sitio de sobra para montar eventos, que no siempre y por principio se tienen que hacer en el Centro.

Después de décadas de olvido, resulta que regenerar, poner en valor y dotar de una entidad propia a los distritos es la única solución para evitar el colapso turístico de Málaga. Ampliar el Centro, pero aprendiendo de sus errores. Por lo demás esto es algo que está más que inventado, y sucede en casi todas las grandes urbes, que son multicéntricas, y cada núcleo tiene su personalidad propia y atractiva para ser visitada y vivida.

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Eso no ocurre aquí, empeñados como seguimos en sobrecargar de usos caprichosos al pequeño casco antiguo, donde se abren paso aluviones de turistas en torno a referencias cada vez más alejadas de lo auténtico. Y donde los malagueños, ni están ni se les espera.

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