Hace algunos años hubo en Málaga un jefe de Tráfico que no era de aquí, y que flipó cuando se enteró de que muchas familias malagueñas de la capital se mudaban, literalmente, a Rincón de la Victoria y La Cala para pasar el verano, en ... uno de los movimientos migratorios internos más singulares que tienen lugar en España. Aunque todavía hay muchos que lo siguen haciendo, el municipio vecino es ahora uno de los grandes centros residenciales del área metropolitana de Málaga, que ya se extiende hasta Vélez e incluso más allá. El aumento demográfico de la costa de la Axarquía ha sido enorme, y como siempre ocurre, no ha venido acompañado de una mejora proporcional de los servicios. Como consecuencia, miles de ciudadanos que viven allí y que tienen que venir todos los días a trabajar a Málaga se ven metidos en un embudo por el que todos quieren pasar con sus coches a las mismas horas, porque no hay otra alternativa.

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La zona este lo tiene a huevo para convertirse en un campo de ensayos de la nueva movilidad antes de que sea tarde. Tiene demanda, no sólo por los que ya viven allí sino también por los que están por llegar, que, al precio de la vivienda, serán varios miles en los próximos años. Pero en cambio, el urbanismo todavía no se ha comido todo el territorio disponible, como ocurre en el otro extremo, así que aún hay espacio para soluciones imaginativas. Se me ocurre pensar, por ejemplo, en un tranvía que conecte desde La Cala hasta El Palo, a donde algún día tendrá que llegar, sí o sí, el metro, aunque de momento se podría continuar camino hasta el Centro en los autobuses de la EMT. Es una obra fácil y barata, que podría quitar muchos miles de coches de la carretera.

Si no se quiere invertir tanto, siempre se puede ir, de momento, a algún sistema tipo BRT o metrobús, con una plataforma reservada y muchas frecuencias en las horas punta para mover a los trabajadores al menos hasta el Centro de la ciudad, y desde allí con el intercambiador proyectado en La Marina, llevarlos hasta sus destinos en el suburbano o en autobús, e incluso terminar en bici eléctrica o patinete.

Son sólo algunas ideas de un mero aficionado a los transportes que, sin ser ingeniero, sí que está más o menos informado de lo que se hace en otros sitios en materia de movilidad sostenible; y seguro que se me olvidan muchas otras opciones igualmente válidas. Lo único que no se puede admitir es lo que tristemente espero que ocurra: que no se hará absolutamente nada a corto plazo y habrá que esperar una vez más hasta que el problema reviente. Y como alguien ocurrente acuñó hace años: «Al Este, que le den».

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