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Esta historia empieza en un día extraño en Málaga, un día en el que llovía, y eso últimamente por aquí es más raro que un perro verde. A una bandada de vencejos reales le pilló el chaparrón sobrevolando la barriada de Churriana. Y tanto se ... mojaron, sin resguardo posible, que algunos no pudieron seguir aleteando y cayeron al suelo. Llovían pájaros, literalmente, del cielo.
El aviso le llegó a Laura Muriel, 28 años, veterinaria vocacional, especialista en animales silvestres y exóticos y activista de la asociación SOS Vencejos. Con la ayuda de algunos compañeros, allí estuvo dos días, recogiendo aves maltrechas de las carreteras, de las calles y hasta de debajo de los coches. A las que tenían una hipotermia más severa, las metía dentro de su abrigo, pegadas a su cuerpo para darles calor. En total, los activistas rescataron a 22 animales moribundos.
Dentro de una caja de cartón, Laura se los llevó a su casa, y con ayuda de una silla de escritorio, de esas que tienen rejilla en la espalda y los pajaritos se podían enganchar, les fue secando el plumaje con la ayuda de un secador de pelo. Después, una manta eléctrica sirvió como calefacción para mantenerlos a buena temperatura, y gracias a sus conocimientos veterinarios pudo hidratarlos y alimentarlos.
De aquellos 22 vencejos recuperados, 20 ya vuelan de nuevo, en su larga travesía que les lleva a cruzar de Europa a África cada año. De hecho, esta historia no estaría completa si no se menciona a Lindt, el único ejemplar que estaba anillado, y que había nacido en un pueblo de Suiza. A saber por dónde volará ahora.
La tasa de supervivencia fue altísima, y la acción, una de las más exitosas de la historia de la organización, que ha lanzando un emotivo vídeo en las redes sociales para darla a conocer, ahora que acaba de concluir después de dos meses. Porque es verdad que se ha conseguido salvar de una muerte segura a un montón de ejemplares de una especie protegida, donde el hombre, para variar, no ha sido el verdugo sino el protector frente a la naturaleza implacable.
Pero yo diría más. Porque esto, al final, va mucho más allá del hecho puntual de haber salvado a aquellos pobres animales. Y es que si el mundo se mueve, si no nos hemos vuelto ya locos del todo con nuestras miserias, guerras, abusos brutales sobre el planeta y destrucción... Es por pequeños gestos como estos. Es porque hay personas que son capaces de dejarlo todo para secarle las plumas a un vencejo chorreando con un secador de pelo. Que sigas volando alto para que todo el mundo te vea, chica con alas.
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