No lo llamen buen tiempo. Mira que el castellano es rico en adjetivos, en giros y metáforas, y hay mil formas de llamarlo. Pero no así. Yo sé que es por economía del lenguaje que decimos que hace bueno cuando pega el calor y el ... solecito, y llamamos malo a la lluvia y el frío. Entiendo que también será por imposición del turismo, que es nuestro principal sector económico, que relacionamos el bienestar climático con la posibilidad de que vengan visitantes a gastarse la paga aquí, y el malestar cuando se quedan en sus casas y no llenan las terrazas ni los hoteles.

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Seguramente, si nuestra economía fuera eminentemente agrícola y no de servicios, la visión sería completamente la contraria, y el bueno sería malo, y viceversa. Así que propongo hablar de días soleados, que es un hecho objetivo; calurosos, e incluso tórridos. Veraniegos, si quieren. Días de playa, de tumbona y chiringuito, de terral... Todo eso es admisible. Pero, por favor, no lo llamen buen tiempo, y me lo digo primero a mí mismo para que no se me olvide.

Precisamente, este mes de abril debería ser justo al revés. Porque, por más que las playas estén llenas, semejante calina en primavera no depara buenas noticias, para nadie. El lunes pasado Málaga marcó un nuevo récord histórico de temperatura máxima, y batió al que se había producido sólo un año antes, que es demasiado poco tiempo para tantas efemérides seguidas. A este ritmo, el verano va a terminar por empezar en marzo.

Pero lo realmente preocupante es la sequía. Este mes, que tendría que ser el de las lluvias mil, aunque todas caben en un barril, todavía no hay atisbo del más mínimo chaparrón, y los agricultores ya han advertido, con el sentido común que caracteriza al gremio, que sin agua no habrá cosechas. Lo peor es lo que viene detrás, porque sin cosechas no hay comida, pero siempre nos quedará la carne artificial, que ya tenemos a una joven promesa malagueña investigando en ese campo.

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¿Quién me ha robado el mes de abril? Que preguntaba premonitorio Joaquín Sabina, aunque lo suyo no fuera por la meteorología, precisamente. Ojalá el próximo sea como los abriles de antes, con su chaparrón corto que te pillaba desprevenido y te ponías chorreando en la moto; y luego salía el sol y parecía que las plantas se alegraban, con las hojas brillando limpias bajo las gotas pegadas. Con sus nubes que dan sombra a ratos y sus días de viento y sus noches que refrescan, la primavera en estado puro... Sinceramente, no sé cómo llamar a esto, pero por favor, no lo llamen buen tiempo.

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