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FRANCISCO J. CARRILLO. ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS
Jueves, 3 de abril 2025, 02:00
En la Antigua Grecia convivieron las ciencias y las letras. Intentaban definir el universo indecible a partir de cálculos, observaciones y reflexiones de personas que ... gustaban del diálogo y de la controversia. La dialéctica era un arte y un instrumento que hacía avanzar al pensamiento incorporando las observaciones de las estrellas y el cálculo matemático y aritmético. Pitágoras y Aristóteles fueron complementarios en la fluidez de las ideas. Pocos eran los pensadores y muchos los no pensantes. El ágora, la plaza pública, incluso los banquetes de los menos, se convertían en cajas de resonancia y de difusión de los resultados instantáneos de la evolución del pensamiento y de las herramientas de la búsqueda del sentido de la vida. De ahí, y de los estudios de la Antigua China, la confluencia en la tormenta de ideas que irá cambiando las creencias y las sucesivas propuestas en un mundo que crece sin cesar en población. Los detentores del manejo del pensamiento, de las humanidades, de la ciencia y de la técnica quedaron reducidos a grupos minoritarios depositarios del poder del pensamiento y, en suma, al servicio de los poderes políticos y económicos que se van haciendo con el control de los descubrimientos sucesivos. Se llega, en síntesis, a las figuras del productor y del usuario en un proceso sin final anunciado.
El productor individual se va transformando en grandes anónimos y los usuarios en consumidores compulsivos. En la actualidad, mutatis mutandi, pocos son los pensadores y muchos los no pensantes. El mundo sigue sin educación para todos y sin asidero de pensamiento crítico para llegar a ser consciente de lo que nos rodea y nos condiciona sin cesar.
El asidero, prácticamente único, son las tradiciones locales que el mundo de los pocos pensantes interesa mantener para distraer la emoción y para controlar la deshumanización. Podríamos deducir que el fondo no es que haya cambiado demasiado. Los no pensantes viven en un caldo de cultivo propenso al servilismo, imposible de rechazar desde una conciencia no ilustrada que nutre y perpetúa la llamada sociedad de consumo. 'Cierto que existe lo indecible, como diría Wittgenstein, que aflora en lo místico'; misticismo alimentado por la precariedad y por la soledad del individualismo que define a las sociedades contemporáneas.
Y continuando con el citado filósofo, el ser humano «no tiene idea de lo que cada palabra significa, ni lo que pretende significar (...), la lengua disfraza al pensamiento». Esto complica aún más la ausencia de las humanidades y de elementos de cálculo numérico en la expresión de un pensamiento sin bases conceptuales y no enseñado en la escuela. Los pocos pensantes necesitan a su antojo comerciales serviles, relativamente bien pagados, cuya primera compra (se consideran consumidores de alto rango) es un par de zapatos John Lobb. Todo esto viene a cuento de la Inteligencia Artificial (IA). La generalización de la IA a todos los sectores de producción de bienes y servicios parece que hará estragos en la estructura del empleo en la sociedad civil, en el ámbito militar e, incluso, en el amplio espectro de las religiones y de las creencias. En las ciencias, en las artes y en las letras. En el planeta Tierra y en las galaxias. ¿Y en los procesos escolares y extraescolares de enseñanza-aprendizaje? O las escuelas llegan a controlar a la IA, o la IA controlará totalmente a la escuela, a los maestros, estructuras, contenidos educativos y a los métodos pedagógicos.
Ya no se trataría de unos pocos pensadores que debaten en las plazas públicas de Atenas convertidas, como el teatro griego, en espacios de transmisión del pensamiento a los muchos no pensantes, sino de un poder exclusivo que dominaría al mundo y, por consiguiente, al pensamiento. Un poder que crearía 'pensamiento llave en mano', con las recetas que este poder desee difundir, con la interpretación, (con su lenguaje que, no olvidemos, es pensamiento), de las Humanidades, las Ciencias, las Artes, las Letras, y sobre toda la producción de bienes y servicios, condicionando la propensión universal al consumo; incluso la más pura creación que es la poesía. Y definiendo las prioridades que serían 'impuestas desde arriba' a los ciudadanos de a pie, a los no pensadores.
La IA transformaría también, in radice, el mundo de la política, de la toma de decisiones y de los sistemas electorales democráticos, así como de las autarquías y dictaduras. Lo más preocupante es que la IA llegue a sustituir al maestro enseñante y transmisor de conocimientos y de tradiciones. Si se llegase a estos extremos, las sociedades entrarían en coma inducido de largo alcance.
Mucho me temo que estas anotaciones, que parecen propias de la ciencia ficción, más pronto que tarde serán una realidad que se nos impondrá, desprevenidos y desarmados, en su amplitud. La Revolución de la Inteligencia Artificial no hay quien la pare, al igual que ocurrió con la Revolución Industrial. Siempre le queda al ser humano la imaginación para idear los cortafuegos que fueren necesarios. ¿Se llegará a un diálogo entre la Inteligencia Artificial y la imaginación de los seres humanos traducido en lenguaje cultural? A la Historia corresponderá emitir su dictamen ético y moral; al presente, incitar y animar la controversia.
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