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Si algo piden los emprendedores y empresarios de este país es que las administraciones públicas, al menos, no pongan problemas. Con eso ya se sienten más que satisfechos. Es tanta la lentitud y tan enorme la maraña burocrática que, según dicen, hay que armarse de ... mucha paciencia para iniciar cualquier proyecto. Todo ello sin contar el riesgo de perder inversiones y dinero por esa ralentización de los procedimientos.
Y viene esto a cuento porque muchos empresarios de la hostelería expresan su despesperación por las dificultades que se encuentran en el Ayuntamiento de Málaga y, especialmente, en el departamento de Aperturas, que recientemente ha cambiado de responsable. La cantidad de obstáculos que se encuentran, dicen, es «bárbara».
Los buenos empresarios de hostelería quieren cumplir las normas y adaptarse a todas las exigencias legales, pero resulta que estas normas resultan confusas, ambiguas y, a veces, hasta inexistentes. Los representantes políticos aportan buenas palabras, pero se encuentran, y esto es habitual en el Ayuntamiento de Málaga, con el muro de algunos funcionarios que se resisten –como también ocurre en algunos departamentos de la Junta– a estampar su firma en determiados permisos. Unas veces por miedo y otras, simplemente, porque no quieren correr riesgos. El reciente incendio de una discoteca en Murcia ha generado cierto pánico en algunos funcionarios.
Y más aún porque ni las normas ni los requisitos son lo suficientemente claros. Es decir, el permiso o la licencia de apertura no debería dejarse al criterio subjetivo de un empleado público, sino que debería ceñirse estrictamente al cumplimiento de una serie de requisitos por exigentes o extensos que puedan ser. Lo que ocurre es que la velocidad y el desarrollo de nuevas formas de ocio es mucho mayor que la de la administración, cuya respuesta siempre suele anteponer el no al sí.
Esto no significa que la hostelería deba tener manga ancha y mucho menos cuando puedan existir tensiones con los vecinos, sino que la ciudad debe ser capaz de encontrar soluciones y respuestas a los nuevos negocios.
Lo que ocurre con la hostelería en Málaga capital lleva ocurriendo muchísimo tiempo con todas las áreas de la Gerencia de Urbanismo, atascada en un modelo de gestión del siglo pasado e incapaz de poner fin a un sistema que pone numerosas trabas al desarrollo económico y empresarial de la ciudad. No hay justificación alguna para que la concesión de licencias se demore muchísimos meses y hasta años cuando en otras ciudades, por ejemplo Estepona o Fuengirola, apenas tardan unas semanas.
La ciudad de Málaga, y eso es responsabilidad del alcalde, Paco de la Torre, no se debe obsesionar con cuidar sólo el escaparate, sino que debería involucrarse en poner fin de una vez por todas a problemas que afectan directamente a los ciudadanos y, por extensión, a los empresarios, quienes están detrás de la creación de empleo y de la construcción de viviendas, precisamente dos de los asuntos que más preocupan a los malagueños.
El modelo de gestión de la Gerencia de Urbanismo no puede ser el no por delante y la demora durante años de expedientes que se podrían resolver en días. Es verdad que las dos concejalas que llevan estos asuntos –Elisa Pérez de Siles, en Comercio, y Carmen Casero, en Urbanismo– tienen buenas intenciones, pero eso es insuficiente. Ambas deben tener las heramientas y la libertad de decisión para poder hallar soluciones al colapso de Aperturas, Comercio y Urbanismo.
De nada vale que Málaga sea la mejor ciudad del mundo para vivir según el ránking anual de InterNations o que reciba la visita de cientos de miles de turistas para ver el alumbrado si después la propia ciudad es incapaz de encontrar un modelo que favorezca la actividad económica y empresarial desarrollada por los malagueños y que redunda, como hemos insistido, en mejorar las condiciones de vida de los de aquí. Ya es llamativo que ese mismo ránking establezca que Málaga cae al puesto 41 por la debilidad de su mercado laboral.
El mejor favor que De la Torre le podía hacer al sector empresarial y emprendedor malagueño es poner orden y sentido común en la Gerencia de Urbanismo y en Comercio, reinos taifas de una burocracia mal entendida. Y si no se hacen públicas más quejas es, precisamente, por el miedo a que el expediente acabe en el cajón del olvido. Por lo menos.
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