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Esta feria que acaba de terminar pasará a la historia por haber sido la más cara. Vamos, una pasada. No es aceptable que en algunas ... casetas se cobre ¡5 euros! por una caña de cerveza y que en los tablones donde se anuncian los precios el plato más barato ascienda a 17 pavos (unas tristes lagrimitas de pollo). Con los cubatas pasa igual, pues parece que hay una concertación entre los dueños de las casetas más animadas para fijar en 10 euros los combinados, 12 si son de una marca algo mejor, que en algunos casos se sirven en vasos de plástico, duros, pero de plástico. No puede ser que la feria esquilme los bolsillos de los visitantes. Por eso cada vez es más frecuente que los grupos de amigos coman antes en barrios y después se dirijan al real, que la verdad sea dicha ha presentado un aspecto espectacular de ambiente durante todos los días, incluidos de martes a viernes, por las tardes y por las noches. Con estos precios se empuja además a los más jóvenes a hacer botellón. Tiene gracia cuando desde el Ayuntamiento de Málaga se decía que la feria del centro se había convertido en un gran botellón y ahora hay una zona oficial en el real junto al Palacio de Ferias para tal fin. Tienen hasta dj en un escenario para animar el cotarro. Lógicamente todos los chavales empiezan su particular feria allí.
Mientras tanto, el centro languidece y ya la asociación de hosteleros ha empezado a criticar el desdén municipal con la fiesta en el casco histórico. Lo han hecho con la boca pequeña, quizá ellos mismos han propiciado este hecho, porque no han sido precisamente combativos con el equipo de gobierno municipal durante los últimos años. Ellos sabrán. El que la lleva la entiende. Ahora es tarde para lamentarse, porque la inercia del real ante el centro es simplemente aplastante. Sólo queda saber en qué año se prescribirá el certificado de defunción de la feria del centro. También hay que pararse con el transporte público. Las administraciones animan a que se utilice. La gente se lo cree, deja el coche en casa, pero después se encuentra con la sorpresa de autobuses llenos a reventar, lo que le obliga a esperar bastante tiempo en la parada.
Es especialmente sangrante el caso de los viajeros que van desde la feria al área metropolitana. La falta de autobuses es patente a medida que avanza la madrugada, pues los más jóvenes apuran la fiesta hasta el final antes de irse a sus casas. Las empresas que hacen este servicio tienen que poner más autocares a esas horas y si no lo hacen las administraciones se lo tienen que exigir en los pliegos de condiciones en los que se adjudican estas líneas de transportes. Es intolerable que a los chavales se les pida hasta 150 euros en plataformas de VTC para desplazarse, por ejemplo, a Alhaurín de la Torre. No se puede crear una feria para los más pudientes, que es a lo que se va. Cuidado con eso que es muy peligroso. La feria de Málaga siempre ha destacado por ser una fiesta accesible para todos los públicos. Y eso debe ser sagrado.
Este fenómeno de la carestía de la feria hay que entroncarlo con la turismofobia creciente, pues desde esos postulados siempre se pide que haya menos turistas, pero de más calidad. Y eso sólo se consigue de una manera: subiendo los precios. Aquí tienen un ejemplo, pues lógicamente no se puede poner un precio para los guiris y otro para los malagueños. Y digo esto porque en numerosos restaurantes de Málaga y la Costa (sería injusto generalizar) también se han apuntado a darle un subidón a los precios. Es simplemente una estafa que dándote lo mismo te cobran bastante más. La calidad no se consigue por el mero hecho de subir un plato de comida o de un espeto, que en algunos sitios su coste se acerca a los ¡10 euros! Hombre, la gente no es tonta, ni siquiera los guiris. Ya hay restaurantes que se quejan de que tienen menos comensales, que ya no doblan las mesas como en veranos anteriores. A lo mejor influyen sus precios… y que los turistas disponen de menos dinero porque también se ha producido un subidón en los hoteles.
El camino que se está tomando es muy peligroso, porque en nombre de encontrar un turista de más calidad, o sea, con más dinero, se están cometiendo muchas barbaridades, aunque insisto en que no todos lo hacen. Málaga y la mayoría de los municipios de la Costa del Sol, aunque algunos se empeñen, no son destinos de lujo. No nos vengamos arriba. La marca de lujo es Marbella, pero Marbella hay una, que sí tiene establecimientos que merecen esa catalogación porque ofrecen una calidad premium. El resto, no. Somos un destino para la clase media, a la que no hay que castigar de esta manera. Más que nada, porque de la noche a la mañana se puede producir un bajón turístico importante, como por cierto ya está pasando en zonas como Baleares, donde se están lamentando ya de la falta de turistas y de tener restaurantes medio vacíos en pleno mes de agosto. No se debe caer en ese error. Que hay mucha gente que vive del turismo, que debe defenderse con orgullo y sin miedo frente a los turismófobos, pero siempre con sentido común y sabiendo dónde estamos. Por eso hay que pedir a muchos hosteleros que no se cuelen con los precios. Que no sigan por ese peligroso camino. Porque lo están haciendo...
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