De repente, el turista empieza a ser el culpable de todos los males que aquejan a esta ciudad. Es el chivo expiatorio del problema de ... la vivienda. Todo se reduce a esto. Ha empezado una carrera para ver quién atiza más a las viviendas turísticas, una actividad por otra parte legal, que requiere un registro y por la que el Estado saca una auténtica pasta recaudando vía IRPF. El turismo empieza a estar mal visto y eso es lo realmente preocupante. Y es aquí donde hay que pararse. ¿Se quiere mantener el modelo de ciudad basado en el turismo o no? Tan legítimo es defender una idea como la otra, pero no se puede ir un día hacia una dirección y al otro decir que se iba en sentido contrario. Aclarémonos, pero hay que ser serios. Tirar de datos y no de sensaciones. Se ha establecido el mantra de que el centro de Málaga está masificado. ¿A qué llamamos masificado? ¿A que las terrazas de los bares estén llenas a las nueve de la noche? ¿Para qué están si no esas mesas y sillas? ¿Acaso es que la gente no puede caminar por las calles del casco histórico? ¿En serio se puede sostener eso?
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En un reciente informe se establecía que Málaga capital se encuentra muy alejada de los destinos más masificados de España. El primero es una localidad balear, Sant Llorenc de Cardassar, donde van 73 turistas por habitante. En Málaga, este índice se sitúa en 2,68 visitantes por cada malagueño. No parece ninguna barbaridad… Aquí estamos acostumbrados al turismo desde hace años y es cierto que cada vez vienen más, pero la situación no es para nada catastrófica, sino más bien la contraria, porque sigue siendo el principal motor de la economía malagueña, ya que supone algo más del 15% del PIB. Otro dato importante es que el 19% de la población trabaja en empleos relacionados con el sector.
El turismo es un fenómeno mundial. Los ciudadanos lo ven como un artículo de primera necesidad, todo el mundo quiere viajar, sobre todo después de la pandemia, y lógicamente necesitan alojamientos. Renunciar a formar parte de este negocio es ridículo, cuando no suicida. Las viviendas turísticas suponen un salvavidas para muchas familias, pues de otra manera no podrían sufragarse su estancia en un hotel, donde los precios son bastante más altos. Quitar viviendas turísticas perjudica a los menos pudientes, que no olvide eso, por ejemplo, Dani Pérez, que quiere quitar todas aquellas que no tengan una entrada independiente. O sea, la inmensa mayoría de las 7.000 que hay en la capital.
No sé cómo se lo tomarán por otra parte los propietarios de estos inmuebles, que también son malagueños y que también votan en las elecciones. El 80% de estas viviendas están en manos de pequeños propietarios (una vivienda), el 15% tienen dos, y sólo el 5% tienen tres o más. Datos. Que no le confundan con que son los malvados fondos buitres los que están haciendo negocio con esto. La inmensa mayoría son malagueños que en el ejercicio de su libertad apostaron por este negocio. Tienen el derecho de hacerlo sin tener que dar más explicaciones.
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Los que sí tienen que dar explicaciones son los responsables de las administraciones, los verdaderos culpables de que no haya viviendas a precio más asequible para los malagueños y para los que no son malagueños que quieren venir a la ciudad a instalarse para trabajar o para estudiar, como bien apuntaba el viernes el rector en su primer discurso de apertura del año académico. No hay que cerrar los ojos ante la evidencia. Faltan viviendas de VPO. Y de eso no tiene la culpa el dueño de un piso turístico.
Poco se habla, por otra parte, de que en Málaga hay 16.000 viviendas vacías. ¿Y por qué será? A lo mejor es porque los arrendadores no se fían de la tan celebrada Ley de Vivienda que aprobó este Gobierno, que hace prácticamente imposible echar a un inquilino si no paga, a los que encima tienen que costearle el agua y la luz si no quieren tener problemas con la Justicia.
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El Ayuntamiento de Málaga conoce bien este problema, porque gestiona unas cuatro mil viviendas protegidas en régimen de alquiler. ¿Saben cuánto le deben? ¡Treinta millones de euros! Ese no puede ser el modelo. Para nada. Los malagueños no tienen que sufragar a cientos de caraduras. Ya está bien. ¿De esto también tienen la culpa los turistas? Hay que dejarse de demagogia y apuntar hacia la dirección adecuada, o sea, que la gente se pueda comprar su casa de VPO. Pero para eso hace falta el empuje de las administraciones y no pintar la ciudad como un sitio inhóspito para los que deciden visitarnos. A ver si con esta carrera turismófoba van a cambiar el lema de la ciudad para proclamar: «La muy denodada, la muy noble y muy leal y ya no tan hospitalaria ciudad de Málaga»...
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