La política y los políticos están, se supone, para mejorar la vida de los ciudadanos y no para dirimir a costa del erario público la disputa del poder y sus cuitas pendientes, un lamentable espectáculo que, sin ánimo de generalizar, se repite un día tras ... otro, en un ejercicio de irresponsabilidad que llama verdaderamente la atención, que deteriora las instituciones, nos empobrece en todos los aspectos y polariza la sociedad.

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Se puede decir más alto, pero no más claro. Sarah Almagro no se anduvo por las ramas cuando recibió el pasado jueves en un acto multitudinario la distinción del Diario SUR en los Premios Malagueños del Año en la categoría de Sociedad de manos de Ana Pérez-Bryán, reivindicando ante los representantes públicos allí presentes que «es hora de que las palabras se conviertan en hechos».

Le puede ocurrir a cualquiera o a uno de nuestros hijos, pero fue a ella a quien la vida le mostró su peor cara con apenas 18 añitos, obligada a enfrentarse, como otros jóvenes de todo el mundo, por pura y simple supervivencia a las adversidades eternas, de hoy y de siempre, del hambre, de la enfermedad o de la guerra, que a veces nos parecen tan lejanas pero que en realidad están tan cercas, entre nosotros, aunque muchas veces no las veamos o, sencillamente, no las queramos ver. Fue madurar tan joven y de repente, pero bien que lo hizo, porque el sufrimiento la ha hecho fuerte y poderosa para que no viniera en balde, transformado en una herramienta eficaz y un arma certera en sus manos para luchar por ella y por los demás, mirando de frente a un mundo consentido y egoísta, incapaz de verse en el espejo de sus debilidades o tras el 'photoshop' de sus incapacidades.

Pero Sarah no esconde sus heridas de guerra porque es bella sin necesidad de maquillajes, mira directamente a los ojos y dice lo que piensa venciendo su timidez porque sabe mejor que nadie que no hay tiempo que perder y porque se lo ha ganado a pulso montada encima de las olas de nuestro Mediterráneo y de su tabla de surf, porque es una deportista y una universitaria preparada y ambiciosa que, inspirada en Rafa Nadal, lo da todo en el agua y fuera de ella para vencer. Por eso, a pesar de su juventud, cuenta con un currículo cargado de éxitos de todos los colores, habiendo conseguido ya dos veces el campeonato de España de surf adaptado, un subcampeonato mundial en la categoría Prone 2 del ISA World, una victoria en el campeonato Pro Zarautz con la mejor ola de su categoría ... y logrando también, junto a su familia, un 'título' tan importante como el que la vacuna tetravalente, la que la hubiera protegido de la meningitis, haya sido incluida en el calendario vacunal de los niños andaluces y que la sanidad pública empiece a financiar las prótesis de pies y manos que permitan a personas en situaciones clínicas especiales, como la de ella (cuádruple amputada), llevar una vida autónoma y normal.

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Lo sería para cualquiera, pero para Sarah no es suficiente. Entre sus nuevos retos y metas está el oro en el Campeonato del Mundo, cumplir el sueño de competir en unas Paralimpiadas... y, cómo no, mantener en forma su lucha para que en Andalucía se haga pronto realidad un centro de referencia que cuente con un equipo multidisciplinar con diferentes profesionales en las amputaciones (traumatólogos, cirujanos plásticos, cirujanos vasculares, rehabilitadores, fisioterapeutas, psicólogos y protésicos), con el objetivo de que las intervenciones se realicen de forma que se consiga no sólo salvar la vida del paciente, sino que facilite la colocación de las prótesis en la mejora de sus opciones de movilidad y autonomía cara al futuro.

Sarah tiene talento y alma de ganadora, como los grandes campeones, sabiendo de antemano que solo alcanzará sus metas con perseverancia, preparación y actitud. La búsqueda de sus propios limites desafiando la derrota, sin miedo a las dificultades y al fracaso, define el valor de sus éxitos y la identifica como persona y como deportista.

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