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Lo malo de las decisiones es que su efecto puede durar -por ejemplo- una legislatura, o condicionar aún más y mayores acontecimientos para siempre. Que «la vida se nos escapa entre los dedos» es una frase figurativa -casi un eslogan- sin grandes alardes literarios ni ... mayor profundidad que la que pueda producir en cada uno su leve sugerencia Decidir es un acto, a veces automático, cuyo ejercicio material nunca suele aparentar todo lo que va a traer y determinar. A caballo entre los efectos del 28-M y los medios y objetivos del 23-J, no queda sitio para casi nada más. Entre que ayer se constituyeran los ayuntamientos, que también se ajustasen los pactos o los guiños para lo propio en las diputaciones y que quedaran citados unos, otros y los otros, para las generales, las horas del día quedaron colmadas. Los bastones de mando estrenaron muchas manos y todos los nuevos irán a intentar desafiar los retos con éxito... ¿Mejorará el tren de Extremadura? Todo llega un día y puede que sí.
Desde luego, el que no falla es Tezanos, los pronósticos acerca de sus pronósticos se han cumplido una vez más. Pase lo que pase, Sánchez gana siempre las encuestas del CIS. Otra cosa será si el resultado es distinto, cosa de los votantes. Quedan treinta y tantos días para elegir Diputados y Senadores, para conformar mayorías y minorías en las Cortes Generales, de verdad lo que vaya a pasar será el fruto de lo visto y los que -como se apunta- pueden perder no piensan admitir esa posibilidad. Es un «todos a una», como si ello fortaleciera las opciones de reeditar los 176, aunque sea por los pelos. Cada uno tendrá su propia apuesta, lo ocurrido en las municipales y autonómicas de mayo fue también desdeñado por los mismos como resultado posible, pero sucedió.
La vida sigue, la invasión de Ucrania y su guerra no paran, la OTAN no tiene empleo para Sánchez, Pegasus y Marruecos encriptan lo que saben y Ceuta y Melilla no salen en los mapas españoles de Pedro, o son puntos azules prácticamente invisibles, que es un no estar. Nada de eso da ánimos y, ni mucho menos, votos. Que el delegado del Gobierno en Madrid homenajee a Bildu y que nos quiera invitar al acto oficial no es precisamente un aliento para hacer repetir la actual mayoría, porque nadie cree en los méritos salvavidas de los de Otegui. La mentira nunca se hace verdad por muy solemnemente que se exprese, tampoco hacer gala del síndrome de Estocolmo desclasifica esa grave patología psiquiátrica, aunque se escriba en lenguaje sanchista. Ni hombre de paz ni gran defensor de los españoles, el agradecimiento a los que ponen en sus listas a asesinos de ETA es de una generalización imposible y sólo será bien recibido entre los hooligans del Frankenstein. Escarbar hacia abajo siempre hace llegar más abajo, es una cuestión de lógica, pero también de la fuerza de la gravedad, una ley física insalvable.
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