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Australia acaba de aprobar una ley que prohíbe el uso de redes sociales a los menores de 16 años. Australia acaba de hacer lo que ... muchos sectores de la sociedad, la ciencia, la medicina, la pedagogía, la psicología o, simplemente, las familias, llevan pidiendo hace años. Australia, ese país lejano y valiente, ha dicho basta y ha dado un paso histórico al aprobar una legislación que prohíbe a los niños crear o utilizar cuentas en las redes sociales. Aún no saben exactamente cómo harán efectivo ese control, porque ya se sabe que entrar en esto es querer ponerle puertas al campo, pero oigan, ahí está el compromiso, ahí está el debate, ahí está la agenda pública. Ahí está la ley.
Muchos pensarán que Australia exagera, pero si ustedes son padres y tienen hijos en esas edades compartirán la preocupación de ver cómo echan las horas muertas en redes y los peligros a los que se exponen en un momento de sus vidas en el que la opinión, el foco, la crítica, la indiferencia, el refuerzo o el ataque pueden tener un efecto devastador en su desarrollo como futuros adultos sanos. Y no es un tema menor aunque sus 'víctimas' sí lo sean: hay una relación directa entre la salud mental y las redes sociales a esas edades. Vivir permanentemente pendientes de la aceptación del grupo de iguales a través de los 'likes' genera para muchos una presión que no son capaces de soportar.
Sí, ya sé que muchos padres dirán eso de mi-hijo-no -los padres con hijos 'puros', me pregunto si realmente piensan que sus hijos no abusan de las redes, del alcohol o de los vaper, por poner algún ejemplo-, pero hagan una prueba: si tienen la suerte de tener una relación cercana con su preadolescente, pídanle que les diga, sinceramente, cuántas cuentas tienen en Instagram. Seguro que usted piensa que es suficiente con lo que ve en su perfil 'oficial' (el que su hijo permite que le cotillee y que organiza para todos sus seguidores 'random'), pero la verdad de lo que hacen y cuelgan está en las otras cuentas. Esas que usted no sigue porque no tiene ni idea de que existen. Porque probablemente, ¡oh, sorpresa!, su hijo también. Y no, eso no quiere decir que vaya a tener problemas de salud mental -faltaría más-, pero sí da una medida de la jungla en la que se han convertido las redes. Todas.
Porque la noticia de la decisión de Australia llega, por ejemplo, unos días después de la muerte de Agata Margaret Spada, una joven de 22 años muy conocida en Italia que se sometió a una rinoplastia en una clínica que le recomendaron por TikTok (sí, su hijo también tiene y consume TikTok). Por supuesto, casos como el de Agata son extremos, pero sí nos ponen frente al espejo de una realidad que adivinamos y nos preocupa pero que no somos capaces de controlar. Y que afecta a nuestros hijos aunque muchos sigan pensando que sus-hijos-no. Yo prefiero pensar que sí. Porque eso nos pone en alerta como padres, como educadores y como sociedad y pone este debate incómodo en primera línea de agenda pública. Así que sí: que viva Australia.
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