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Este ambiente de 'encierro' sanitario que vivimos es una buena ocasión para recordar a las mujeres y a los hombres que prestan sus servicios en las prisiones. Si esto es difícil para todos, cabe imaginar cómo será en un ambiente cerrado por imperativo legal (ahí están los motines en las prisiones de Italia). Cuando hay conciudadanos que cometen un delito, en las sociedades civilizadas que descartan la 'justicia privada', el ejercicio de la potestad jurisdiccional, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los juzgados y tribunales (art. 117.3 CE). Pero una vez que los jueces han dictado sentencia (o la prisión provisional en su caso) y se apagan los ecos de la presión mediática, los penados y los presos asumen la condición de internos de una institución penitenciaria donde deben ser tratados con dignidad y conforme a las leyes. Sería de una ingenuidad temeraria pensar que esa tarea se desarrolla siempre en condiciones de exquisita corrección. Sin ánimo de generalizar, es evidente que una parte de los internos son personas difíciles, y en casos extremos, los funcionarios penitenciarios tienen que tratar con algunos que están aquejados de adicciones y patologías psiquiátricas o con delincuentes integrados en grupos criminales muy agresivos. Esto implica que los funcionarios del área de vigilancia se ven envueltos con demasiada frecuencia en situaciones violentas donde actúan con profesionalidad y con los medios que las normas establecen. Las prisiones no pueden ser un almacén de personas; al contrario, la CE establece los objetivos de la administración penitenciaria (25.2): «Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social», y la Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre, General Penitenciaria reitera ese fin primordial (junto a la retención y custodia) y añade la labor asistencial y de ayuda para internos y liberados. ¿Qué pasaría si colapsara el sistema penitenciario? Mejor ni pensarlo. Por eso yo quiero incorporar al elenco de héroes que garantizan nuestra seguridad (cuerpos de seguridad, bomberos, jueces, sanitarios, protección civil) a los funcionarios penitenciarios por su responsabilidad y dedicación. Merecen mejoras en sus condiciones de trabajo y sobre todo un reconocimiento de la sociedad a la que sirven.

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