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El sábado llamé a uno de mis pocos maestros vivos. Lo llamé en sábado y en Jesús, en Quintero y en móvil. Le pregunté por todo y por casi nada, y el tono de voz era el mismo de sus días grandes. A Jesús Quintero le debemos mucho, especialmente el valor de los silencios en el periodismo. Su voz, pese a lo que dicen, era recia y lúcida. Me dijo algo de que estaba por Huelva y yo, yo mismo, me brindé por Tartessos.
Jesús Quintero ha conocido la Andalucía profunda, y la última vez que coincidimos yo volvía de Archidona con mi hermano Sergi en la furgoneta y él de decirle a un periodista que el entrevistador es estrella o no será: Nacho Alcalá nos fotografió en El Pimpi.
He llamado a Quintero y se me ha destapado el tarro de las esencias del recuerdo. Conforme me preguntaba por mí, yo me veía con pelos, frente al televisor, cuando mi tocayo le sacaba el alma a los entrevistados. Jesús Quintero nos enseñó que el entrevistador es un maestro de interrogantes y un domador de las respuestas. El circo de presos, los ratones coloraos, fueron los más míos. A Jesús le vi (sic) la voz joven, de fondo se escuchaba a la buena gente de Huelva, presuntamente Huelva, mientras que el sábado pasaba pragmático y dulzón.
A Jesús y a mí nos unen los infartos, Bambino, los ratones coloraos y sus presos en cuerda, que son los que más quiero. Necesitaba su voz, sí, para empezar la última revisión de la 'España canallita'. Quintero me ha preguntado si llego a fin de mes, y creo haberle dicho que no sé ni qué es fin ni qué es mes. Y sigo impactado por esa voz, que es la misma que yo escuchaba cuando aún tenía yo ilusión.
Me gusta escuchar a los andaluces profundos, en Huelva o en Granada. Sé que son la reserva espiritual de España. Escuchaba a Quintero y lo veía, con esos rizos interrogantes y la España del trinque pasada por sus silencios. A Quintero le debemos mucho, especialmente los que sabemos que el periodismo es un reflejo del humanismo y que si no es así, nos bajamos de la burra.
En verdad, Jesús le dio la voz y la palabra a las criaturas de España que estaban silenciadas por la otra España, la del GAL y la del Majestic; esa peor España que hemos sufrido como una dictadura democrática
Ahora saca Garci la precuela del Crack y sé que aún se puede vivir en la falacia de que nos quedan referentes. A Garci y Quintero los unió Manolo Alcántara y quizá no fuera en el mismo año. Yo sé que los conocí y los amé, y es lo único que me ha dado esta profesión que me resta años.
Con tipos como Jesús, como Raúl del Pozo, como el hermano loco de Marichalar, podríamos sacar una España canallita y guay. Es cuestión de sentarse en Pedrega y pensar qué carajo hacemos con este país.
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