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JOSÉ RAMÓN SÁNCHEZ. PROFESOR DEL DPTO. DE FINANZAS Y CONTABILIDAD DE LA UMA
Domingo, 1 de septiembre 2024, 02:00
V eo a Miren a lo lejos, se despide de Javier Castillo. Me acerco, la conozco bien: una trilogía te acerca al personaje, te sumerge, ... la abrazas. Siendo una periodista dura y profesional, ¿por qué tanto silencio? Miren sonríe y piensa en los horrores de la vida. Reflexiona sobre lo complejo que resulta expresar sus sentimientos. Sin duda, el horror silencia. La observo adentrarse en Staten Island, azota el viento, llueve. No reconozco su silueta, la pierdo lentamente entre los árboles de Freshkills. Trae a Miren de vuelta. Hicimos un pacto, Javier. Hay trato».
¿Por qué el silencio tiene grietas? Situaciones en las que predominan el mutismo, la no confrontación de ideas o los múltiples sesgos que surgen en el debate nunca producen retornos positivos. Y es que están presentes en nuestro día a día, por ejemplo, en reuniones de trabajo, procesos de decisión, discusiones con amigos, etc. Cuando en 1961 Osborn Elliot fue nombrado director de Newsweek, una de sus primeras preocupaciones fue la de elevar la controversia y la discusión en sus columnas. Para ello, introdujo uno de los más extraordinarios debates de economía leídos hasta el momento: Samuelson vs Friedman (posturas keynesianas vs libertarias). Según describe Wapshott en 'La batalla por el libre mercado' (Deusto, 2022), no fue fácil convencerles. Los silencios ante asuntos que precisaban mayor debate y los encorsetamientos editoriales de antaño se habían terminado. Elliot duplicó ventas, recibió premios y dejó Newsweek con tres millones de ejemplares semanales.
Así que la confrontación de ideas siempre genera valor, aunque, creado el marco de discusión adecuado, el debate también presenta algún que otro sesgo. Uno muy frecuente es el de 'confirmación', que es aquel que nos posiciona según nuestras creencias, vivencias, pertenencia o afinidad a determinados grupos, entre otros. Este prejuicio, a veces sin pretenderlo, provoca un error en el análisis al obviar información relevante. Es la llamada 'cámara de eco'. Cuando Leonardo da Vinci acudió a un debate público sobre ciencia en la Corte de Milán, los científicos allí presentes comenzaron a burlarse de él: «estás refutando el conocimiento de Aristóteles» decían unos, «estás en contra de la teoría de los eruditos medievales» le increpaban otros. Para ellos, Leonardo era un simple artista. No querían analizar la base de su razonamiento. Leonardo exponía ideas pioneras que nadie antes había plasmado por escrito. A Galileo Galilei se le reconoce como 'el padre de la ciencia moderna'. Pues bien, en 'Learning from Leonardo' (Berrett-Koehler, 2013), Capra nos asegura que ese honor hubiera sido para Leonardo si sus estudios hubiesen sido debatidos seriamente en su tiempo.
Por otro lado, la falta de seguridad, los miedos y el ventajismo también surgen en el debate, sobre todo, cuando algo no sale bien: ¡Ya sabía yo que esto iba a pasar! (Si lo sabías, ¿por qué no lo dijiste?). Es la llamada 'maldición del conocimiento'. Y es que existen situaciones en las que, a pesar de un resultado o desenlace no óptimo, se demuestra que la toma de decisión consideró un set de inputs razonables. El oportunismo nos trae, a veces, este 'sesgo retrospectivo'. Sancho Gargallo muestra interesantes ejemplos aplicados al ámbito judicial en su última obra (Tirant, 2024).
Y mucha atención con el 'efecto halo o paria' que pulula en el debate. Este sesgo nos predispone según la mejor o peor apariencia del individuo. La mejor corbata o el mejor pañuelo no siempre aporta la mejor solución. Las apariencias engañan.
También los sentimientos nos juegan malas pasadas. En ocasiones, incluso conociendo la postura más correcta, la emoción y el sentimiento nos empuja hacia otra dirección. En 'Tu dinero y tu cerebro' (Baelo, 2022), Zweig describe el denominado 'síndrome de las gominolas', resultado de un experimento conducido por Epstein y Denes-Raj, en el que pedían a unos individuos que trataran de acertar sacando una gominola roja de entre dos tazas. Una más pequeña contenía solo una gominola roja y nueve blancas (10% de acertar con la roja). La otra, más grande, contenía un número mayor de gominolas rojas y blancas, pero se les indicó que solo existía un 9% de acertar con la roja. Pues bien, aunque sabían que las probabilidades eran menores, una cuarta parte eligió el tazón grande. Sintieron que podrían tener mejor suerte eligiendo la taza donde había más gominolas rojas: el sentimiento arrojó un 25% de error. Además, ante nueva información no tema si cambia de opinión. En una entrevista publicada en The New Yorker (diciembre, 2009), Samuelson era censurado por sus cambios de opinión, a lo que él respondía, cual Keynes años antes, que: «cuando mi información cambia, yo cambio mis opiniones. ¿Usted no, caballero?». Y, por último, en Málaga solo uno tiene permiso para incurrir en el peor de los sesgos, el de punto ciego, que es cuando el individuo considera que el único que lleva razón es él. Le concedemos este permiso, claro está, a Ntro. Padre Jesús Cautivo. ¿O han pensado ustedes en alguien más? (Continuará). + Responsabilidad = + Economía.
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