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Grandes de España

LORENZO SILVA

Martes, 11 de diciembre 2018, 00:13

Ahora que vuelve el patriotismo español, después de unas cuantas décadas de perfil bajo que tan bien han aprovechado los expendedores de sustitutos periféricos, vuelven oírse las mismas huecas soflamas de siempre. Y lo que es peor: son personajes de talla si acaso mediana -como afirma de sí mismo el inefable Andreotti en la película 'Il divo'- los que se erigen en depositarios de nuestras esencias más sublimes, que recitan con voz campanuda como si a ellos se debiera su hallazgo y, a poco que nos descuidemos, su pronta elevación a la enésima potencia.

Antes de que nos dejemos ir por el camino de la ebriedad patriotera, transitado con tan deplorable resultado por algunos en fechas nada lejanas -véanse a aquellos que justificaron lo injustificable ikurriña mediante, o a aquellos otros que envueltos en la estelada han puesto a Torra a hacer como que administra algo-, quizá conviniera tener presentes a quienes son de veras nuestros grandes, los que han hecho que merezca la pena ser español. Y tratar de aprender de su ejemplo, desprovisto de exabruptos dirigidos a las tripas de los más irreflexivos, y en el que puede cimentarse una querencia mucho más racional, adulta y prometedora hacia el país que estamos condenados a construir juntos; también junto a aquellos que hoy quieren largarse.

Los grandes de España no hay que buscarlos, por cierto, entre quienes ostentan ese título, despachado por herencia y sin merecimiento de ninguna especie, ni tampoco entre las testas coronadas que otorgan el diploma y convalidan su transmisión. Por suerte o por desgracia, ni unos ni otros han hecho mucho más, a lo largo de la historia, que aprovechar lo que ya les vino dado de manera más o menos prudente o atolondrada. Tampoco entre nuestros estadistas, o los que pretendieron pasar por tales, hay demasiado donde escoger: si evaluamos su gestión a partir de sus resultados, el atraso con que nuestro país llegó siempre a la modernidad no los deja en el mejor de los lugares. Se salvan unas pocas excepciones, de hombres lúcidos que supieron ir a contracorriente y que por lo común no tuvieron justa recompensa en vida, pero cuyo pensamiento y cuya obra perduran en el tiempo y en la conformación de nuestra cosa pública: Francisco Javier Girón, Manuel Alonso Martínez, Manuel Azaña.

Es en el terreno del arte y la ciencia donde hay que buscar a nuestros verdaderos campeones nacionales. Velázquez, Goya, Cervantes o Galdós, entre los artistas. Santiago Ramón y Cajal, entre los científicos. Es en esos nombres, y en lo que dejaron tras de sí, donde está nuestra mayor grandeza. Podemos rastrear en sus obras y sus libros lo que pensaban de su país, y lo que soñaban para su futuro. Quizá nos ilumine más que los cánticos del último oportunista que da en envolverse en la bandera.

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