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Nadie pudo imaginar que en 2022 hablaríamos de un intento de asonada en Alemania, tampoco parecía probable que el extravagante e increíble Pedro Castillo, una vez presidente de Perú, hiciera más movimiento que el del populismo dañino y contagioso correspondiente. Pero la realidad supera cualquier ... pronóstico. En España ya hay quien dice aquello de que «nadie conoce a Pedro Sánchez», vamos, que cualquier parecido con su perfil anterior, sus compromisos o exhibidas ideas, es pura ficción. De hecho, cuando a Sánchez alguien osa recordarle algunas declaraciones absolutas de las cosas que dijo que no haría –no es no y nunca es nunca...–, el presidente hace tales muecas de desaprobación como si no cupiera traer estas cosas. Como si recordar estos compromisos televisados fuera un ejercicio indebido, casi una mentira o una manipulación. Él ha cambiado de parecer –y de qué manera– y no se explica que los demás puedan no aprobarlo; es más, está convencido de que los que le fustigan fingen para no aplaudirle.

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