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Un Gobierno legítimo

Manuel Castillo

Málaga

Miércoles, 8 de enero 2020, 00:42

Parece difícil que después de esta tempestad pueda llegar la calma. Pero será así. El Congreso de los Diputados ha respaldado, aunque sea por la mínima, la propuesta del Rey Felipe VI para que Pedro Sánchez sea el próximo presidente de España. Se puede estar más o menos de acuerdo sobre el camino y los socios elegidos por Sánchez para alcanzar la investidura, pero la realidad objetiva es que el proceso de su designación no sólo es legal sino legítimo. Es el resultado del juego democrático y su aritmética.

Es verdad que Sánchez podría haber configurado una mayoría más solvente con el PP y Ciudadanos, pero también es cierto que ni el propio líder del PSOE ni Casado ni Arrimadas han sabido estar a la altura para conseguirlo. La gran incógnita, y también la mayor intranquilidad, es el precio que este nuevo Gobierno deberá pagar a los secesionistas catalanes, a la derecha vasca del PNV y a los radicales de Bildu, entre otros. Este pacto supone, por la dependencia de los nacionalistas, un alto riesgo no sólo para la estabilidad del nuevo Gobierno sino para la estabilidad del país. Y siembra muchas dudas sobre la sostenibilidad del principio de solidaridad entre regiones, que puede desembocar en una brecha aún mayor norte-sur.

Quién le iba a decir a Pablo Iglesias y a su descafeinado Podemos que llegaría así a la vicepresidencia del Gobierno, lejos ya de su piso de Vallecas y, paradojas de la nueva política, con el Gobierno con mayor número de ministerios desde la Transición y, por tanto, con todos sus coches oficiales y sus asesores. Es decir, con todos los atributos posibles de la vieja política o de la vieja casta política, como solía decir. Y quién le iba a decir a Susana Díaz, la misma que lideró la operación de desalojo de Sánchez, que estaría la primera en la tribuna del Congreso de los Diputados aplaudiendo al líder y un pacto del que ella mismo renegó públicamente. Y es que la hemeroteca es despiadada no sólo con la credibilidad de Sánchez, sino con la de muchos socialistas.

Ahora sólo cabe esperar la puesta en marcha y lo que promete ser otro espectáculo en la toma de posesión como ministros ante el Rey y la Constitución. Entonces comenzará una etapa que se iniciará con medidas sociales (pensiones, salarios públicos, etc.) que sin lugar a dudas intentarán apaciguar las incertidumbres. Es la primera vez que el Partido Comunista y la izquierda anticapitalista de inspiración populista de Podemos entra en un Gobierno de España, lo cual es al mismo tiempo una prueba para el PSOE, alejado así de sus tradicionales posiciones más centristas.

Y la oposición debería aprovechar este tiempo para recomponer sus ideas y su imagen, maltrecha como un grupo de 'hooligans' tras perder una final. Especialmente de Casado se requiere sentido de Estado, altura de miras y solvencia política si realmente quiere algún día alcanzar la presidencia. El hecho de llevar razón en algunas cosas (es realmente indignante la posición de ERC o de Bildu) no justifica perder la compostura y la propia razón.

Y sí, el espectáculo de todo el Congreso de los Diputados ha sido bochornoso y ha dado vergüenza ajena, como una grada repleta de ultrasur o boixos nois. Sólo faltaron las bengalas.

Ahora sólo cabe esperar el buen gobierno, con la esperanza de que los restos de esta legislatura no sean los de un naufragio. Con la aspiración de que los temores se disipen. Los 167 diputados que dieron el sí a este Gobierno, entre los que hay muchos malagueños y andaluces, no sólo han avalado los pactos y acuerdos de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias con los secesionistas catalanes y radicales vascos sino que han comprometido su propia credibilidad. Ojalá puedan salir victoriosos, o al menos indemnes, de esta incierta travesía.

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