El futuro de la Universidad

La Tribuna ·

Este país necesita mejorar el pulso en la I+D+i para ser más fuerte y competitivo. Esta deber ser, sin duda, una de las prioridades del nuevo Gobierno

Jueves, 19 de julio 2018, 01:23

Más de seis mil estudiantes han superado este año la prueba de evaluación del Bachillerato en nuestra provincia. Durante este mes de julio la mayoría de ellos volverán de nuevo a tomar contacto con la Universidad de Málaga, ahora con menos nervios y más ilusión. Lo harán para matricularse en alguna de las 63 titulaciones de Grado que esta institución ofrece; entrarán así a formar parte de una comunidad docente e investigadora que trabaja por mejorar la sociedad a través del conocimiento.

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Les aseguro que la Universidad de Málaga se esfuerza a diario para que la formación de nuestros estudiantes sea la mejor posible, la que se merecen los jóvenes que confían en ella. Una tarea que, con sus errores y sus aciertos, pretende formar no solo buenos profesionales sino personas con valores éticos y sociales, ciudadanos del futuro capaces de mejorar el mundo en el que vivimos. Para alcanzar dichos objetivos, las universidades debemos enfrentarnos a nuevos retos, cambiar el modo de hacer las cosas con la idea de mejorar nuestro servicio, tanto en formación como en investigación, buscando que el conocimiento generado sea accesible a toda la sociedad, absolutamente a todos.

En este debate acerca de cómo tenemos que crecer y cambiar para hacer una universidad más eficaz, de manera reciente hemos tenido el honor de recibir la visita del nuevo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque. De entrada, quisiera agradecerle públicamente la deferencia con nuestra institución, la segunda elegida tras la Universidad de Salamanca –que este año celebra año su 800 aniversario– en su acercamiento progresivo a los diferentes centros de educación superior en España.

El que exista un ministerio donde se unifiquen la Investigación y las Universidades es una excelente noticia. Las universidades públicas generan el 80% de la actividad investigadora. Su funcionamiento depende de la intensidad de esta actividad y no tiene sentido disgregar la misma de la actividad docente, ya que ello supondría difuminar la función de la Universidad. El nuevo ministro es un investigador, alguien que conoce las luces y las sombras de este universo, por lo que estoy seguro de que afrontará las vicisitudes con otro talante. No obstante, habrá que esperar para ver si logra materializar sus buenos deseos.

El ministro tuvo la oportunidad de conocer una universidad todavía joven, con una dinámica diferenciada de otras universidades públicas. Mantuvo reuniones con estudiantes, investigadores y emprendedores universitarios. En ellas el ministro escuchó las principales reivindicaciones de cada uno de estos colectivo, compartió con ellos los problemas y las posibles soluciones y demostró ser sensible a una comunidad universitaria que necesita jugar un papel importante en el desarrollo de nuestra sociedad.

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En la reunión extraordinaria del Consejo de Gobierno pudimos debatir con él sobre los desafíos de las universidades públicas. Por ejemplo, sobre la política de becas de los estudiantes, que debe favorecer la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación superior, atendiendo al esfuerzo y a las posibilidades económicas de los estudiantes. Pero, además, se habló de cómo estamos inmersos todavía en una época oscura donde la financiación de la investigación pública ha descendido por debajo del 60%. La Universidad necesita recuperar la financiación obtenida por convocatorias públicas para poder seguir trabajando; pero, y sobre todo, este país necesita mejorar el pulso en la I+D+i para ser más fuerte y competitivo. Esta deber ser, sin duda, una de las prioridades del nuevo Gobierno.

Además y, ligado a los efectos de las restricciones severas, la estabilidad y la precariedad de los docentes e investigadores ha alcanzado límites dramáticos, junto al envejecimiento de las plantillas y la dificultad para sustituir las jubilaciones, una situación que afecta a la calidad de la formación que se imparte. En la Universidad de Málaga hacemos un importante esfuerzo en la estabilización y promoción del Personal Docente e Investigador, pero necesitamos de políticas generales que aseguren un buen futuro a quienes quedaron fuera del sistema o se mantienen en él en condiciones precarias. Este es otro reto que debe afrontar este ministerio: el diseño y la construcción de una carrera profesional adecuada y coherente con la función que esta institución lleva a cabo.

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La visita del ministro sirvió también para repasar otros asuntos en apariencia menores pero que lastran la eficiencia, como la excesiva burocratización. La transparencia y el rendimiento de cuentas no deben ser contrarios a la simplificación de los procedimientos. La mayoría de las veces son menos valorados los resultados científicos de los proyectos de investigación que la forma en que se justifican los gastos: pesa más la 'Hacienda que la Ciencia', se vigila más la compra de un microscopio que el hecho de que la microscopía haya servido para obtener algún logro. Y ambas cosas no son incompatibles con procedimientos más sencillos.

A veces se pone demasiado el foco en la investigación y no tanto en los esfuerzos de la docencia. En la acreditación del profesorado pesan más los méritos investigadores que los docentes; por eso debatimos asimismo sobre la necesidad de valorar de forma objetiva dicha actividad docente, para fortalecer a los mejores pero también para detectar problemas y averiguar cómo se pueden resolver. Finalmente se planteó la necesidad de reforzar el papel de las Humanidades y las Ciencias Sociales, muy denostadas en este mundo tecnológico. Las tecnologías modifican el modo de relacionarnos pero lo que realmente cambia y mejora la sociedad es el pensamiento, la crítica, la creatividad y la reflexión, aspectos que competen a las ciencias referidas.

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En resumen, además de añadir peticiones a la agenda perentoria del nuevo ministro, su visita a la Universidad de Málaga ha servido para volver a plantearnos la urgente reflexión sobre qué queremos que sea la universidad en el futuro. Una reflexión que me gustaría compartir con todos. Un futuro que pertenece a esos jóvenes que formarán parte pronto de la Universidad de Málaga, que cada año les agradece su energía e ilusión, con las que revitalizamos nuestro afán incansable, diario e infinito a favor de la investigación y de la educación pública.

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