Ante la inminencia del día de mañana, cada uno toma sus medidas y argumentos. Cada minuto sabe que después de él vendrá otro y luego más... En la vida se puede trabajar para intentar conseguir el mejor de los futuros y hasta planear su llegada ... o como controlarlo. En principio, todo ello es legítimo, no así los intentos de vaticinarlo a conveniencia o disponerse literalmente a asaltarlo y poder darle contenido y forma sólo por el propio interés. Nunca como hasta ahora se ha escrito y trabajado tanto para manipular lo que tenga que venir; nunca como hasta ahora se ha mostrado más altanería a la hora de contar lo que va a ser y cómo va a ocurrir. En la actualidad, además, determinadas nuevas tecnologías son instrumento esencial para cooperar con lo deseado y con la determinación del qué vendrá. Nuestra experiencia histórica no sólo nos da para tomar medidas o elaborar estrategias, sino también -o eso creemos- para imaginar qué nuevos adelantos llegarán. Pero solemos equivocar la predicción mucho más de lo esperado, una y otra vez. Hay un futuro previsto y otro real, hacerlos coincidir por las ventajas que ello conlleva es un reto para los que intentan detentar el máximo poder. Cuando la ciencia dio con la fórmula material para encapsular memorias musicales o documentales en mucho menos espacio, léase 'mp3', muchos decidieron creer que, del mismo modo, se encontraría la manera de acumular energía eléctrica en menor espacio. No ha sido así, y las enormes baterías que se precisan para uno y mil usos -coche eléctrico, por ejemplo- mantienen sus dimensiones. Llegará este adelanto, o no, o lo hará el mes que viene, o dentro de un plazo mucho mayor, tanto, que la comercialización de productos, que contaban con ello, será muy defectuosa por esta misma causa. No se sabe, pues una cosa es aquello que se experimenta en laboratorios y de lo que se está cerca y otra, muy distinta, lo que de ello sabemos. De hecho, lo que se nos cuenta también está sujeto a intereses comerciales que nos hacen 'saber' sólo lo que conviene. Pensemos, si un producto con gran estocaje en el mercado ha evolucionado en los espacios investigadores hacia una transformación revolucionaria, antes de sacarlo a la venta intentarán colocar lo almacenado a la clientela, aunque ya sea tecnología superada. Es una cuestión económica, quizá habitual, pero poco ética y que abunda en conductas manipuladoras que, en orden menor, tienen que ver con el futuro.
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La democracia hoy precisa más que nunca de conocimientos, pues democrático ha de ser todo, desde la universalidad del voto hasta los vericuetos de la ciencia y la mismísima inteligencia artificial. Lo inconveniente es que la llegada de sofisticados y muy prácticos instrumentos del saber hace que, cada día más, la humanidad ignore la elaboración de los datos y 'certezas' que usamos como auténticas verdades. Como ya no sabemos hacer raíces cuadradas ni cúbicas, los cálculos y resultados que se nos ofrecen son de inmediato asumidos. Puede que mientras más lejos lleguemos en descubrimientos, más fácil sea llevarnos a dónde se quiera, más pensamiento único y menos, mucha menos, libertad.
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