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Nadie piense que Pedro S. va a marcharse pronto. El imposible encaje que sirvió a los fines del actual presidente del Gobierno sólo es de aplicación para su permanencia en el cargo, pero no vale para una ley del suelo ni para casi nada. Sin ... embargo, una vez que se gana una investidura, salir de Moncloa es una empresa de arduo trámite. Mucho más aún si el titular lo aventura todo a su supervivencia. Han pasado cinco años, aunque parecen veinte, y los últimos efectos de la ejecutoria de Sánchez pasan por la «retirada definitiva» de nuestra embajadora en Argentina o por las nuevas dificultades diplomáticas con el estado de Israel. En lo tocante a Argentina, llevar un cruce descalificatorio provocado y respondido al mismo nivel de grosería no debería traer malas consecuencias para los residentes españoles y argentinos en ambos países. Al menos Milei ha decidido no mezclar su enfrentamiento con medidas diplomáticas de desencuentro, no así por nuestra parte. Por incómodas o inconvenientes que puedan ser las descalificaciones familiares del jefe de estado argentino, Pedro Sánchez debería bajarse de su pedestal y desdeñar creer que su persona es España. Su oponente ha decidido que ser tildado de fascista o de «consumir sustancias» no es algo de tanto calado como para comprometer las relaciones de dos países tan entrelazados histórica y comercialmente, menos mal.
En lo tocante a Palestina, su reconocimiento como estado, cabe decir que los representantes palestinos históricamente nunca se han mostrado muy interesados por ello, algo que puede comprobarse, pues ha habido muchas oportunidades claras para ello. No se ve la bondad, en todo caso, de hacerlo en estos momentos, en los que aún Hamás mantiene secuestrados a más de 140 rehenes, tampoco puede atisbarse en qué cambia este acto del Gobierno español la actual situación bélica, ¿en qué ayuda? El adanismo de ser exclusivos, sin atender las posiciones de los aliados o el de llevar muy lejos un intercambio desgraciado de insultos tiene toda la pinta de una chamarra de camuflaje. ¿Realmente Sánchez cree en lo que hace -eso sí, sin previo consenso político nacional ni apoyatura alguna de los suyos- o más bien trata de emborronarlo todo para salvar su personal y familiar incomodidad?
Llegó raudo y de 2016 hasta aquí ha llenado todos los momentos, también se hizo con la Moncloa en 2018. Todo fue subir con inusitado fulgor, aún a costa de cesiones nunca imaginadas, ahora va tocando caer. Todo lo indica y la maraña de indultos, amnistía, naciones, impuestos en sostenido crecimiento, Sáhara, Argentina e Israel... No, no está en peligro la democracia, mientras Sánchez no la comprometa más, pero la ley de la gravedad es imparable.
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