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La Flor del Fresno

Un día 'se descuidó' y otro señor de barba y bigote, indiano emprendedor y con posibles, se la llevó allende los mares y ya nunca volvió a la calle Chorreadero ni a la de Julio Romero

Domingo, 15 de diciembre 2019, 10:01

La más bella mujer de finales del XIX causó una fiebre de pasión en la ciudad de Rute, de donde era natural y residente. No era una artista ni una marquesa, sólo una modistilla veinteañera e inocente cuyas facciones, su pelo castaño claro, sus grandes ojos y su limpia sonrisa, resultaron irresistibles para sus contemporáneos. El importante y rico señor, recién vuelto de la Madrid Villa y Corte dónde había estudiado leyes y cuentas, que creyó haberla descubierto, inflamado de admiración y altamente fascinado por su amor inaccesible, le puso nombre: «La Flor del Fresno». Y así fue conocida su leyenda.

Cuentan que el enamorado fundó su empresa con el sobrenombre de su amada: 'Destilerías La Flor del Fresno'. El aguardiente anisado seco y dulce, los licores de café, de guindas, el pacharán y algún experimento con una nueva ginebra, arrancaron con gran fuerza. Pero, pasados pocos años, nuestro amigo un día 'se descuidó' y otro señor de barba y bigote, indiano emprendedor y con posibles, ingresado sólo de visita temporal, fue capaz de lisonjearla con tanto tino, que pudo enamorar a la bella del Fresno. Dicen textualmente los naturales que se la llevó allende los mares y nuestra mítica protagonista ya nunca volvió a la calle Chorreadero ni a la de Julio Romero. Hasta aquí llegó la fábrica de anís, pues su fundador e ilusionado propietario decidió cerrarla por el inmenso disgusto que se llevó. Rute se volvió triste sin su más encendida, celebrada y enigmática belleza. Eran los tiempos de la depresión y el duelo español por el transir del siglo XIX y Rute -como Larra diría- también inundó su alma del duro y repetitivo pesar batueco. Hoy la bella yema del fresno, su más aventajada y hermosa flor, es historia, pero los visitantes aún la buscan con ánimo, ¿será aquel rostro, aquél o aquél...?

España está llena de belleza y de sueños. Sueños del pasado que siempre acaban por volver y lo hacen, como si nunca se hubieran ido. Sólo estaban suspendidos, flotando en la paciente espera de su oportunidad. Los fresnos, las encinas, los quejigos, arces, acebuches, pinos carrasco, almeces y romeros, sus flores -cuando son o las hay- son la explosión de forma y color que alumbran nuestra mejor imaginación.

Hoy día un óleo de Gutiérrez Molero recrea la belleza de la Flor de finales del XIX y principios del XX, pues nunca hubo más foto que la descripción boca a boca de la desafortunada historia de su platónico enamorado y su irreparable pérdida. A pesar de lo que han cambiado los cánones de belleza, esta obra nos muestra la imagen de una muy joven mujer que irradia atractivo y exhibe gracia y encanto de modo intemporal, es el dibujo del alma del sueño de Rute. Porque esta historia, aunque real, es todo un símbolo, el símbolo de aquellos años de la pérdida de Cuba y Filipinas, la llamada depresión del 98, el asesinato de don Antonio Cánovas, el difícil abordaje de la era industrial, el abandono definitivo del romanticismo y la llegada del siglo XX, un cambio de época repentino y traumático. Era la consolidación del transporte ferroviario, la generalización de la electricidad, el teléfono, la radio, el automóvil, el avión, la red de agua corriente, la electrónica, la sofisticación de la fotografía, la penicilina y el resto de los antibióticos años después...

Cuando la Flor se fue, llegó la modernidad y el futuro que nos adelantó Julio Verne. Atolondrados desde entonces, no hemos parado de inventar un mundo que veló para siempre una forma de vivir, amar y soñar.

De todas formas, si vais a Rute, pedid una copa de licor de cereza, una copa pequeña, y mirad con atención... Aún es posible que la veáis pasar, sencilla y risueña, inocente y nada consciente de sí misma, natural. Dice la leyenda que en los días de primavera, por la mañana, se la ve bajar por los viejos escalones del Barrio Alto y es inconfundible, es la Flor del Fresno, nadie es como ella, porque ningún otro es como nuestros sueños.

(Dedicado a Pedro Pérez).

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