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Pagaría por asistir a una de esas reuniones en las que Pedro Sánchez y su equipo preparan lo mismo una entrevista en 'El hormiguero' que una partida de petanca con pensionistas de Coslada. Los imagino como prestidigitadores que maquinan para construir una nueva realidad con ... reglas hasta ahora desconocidas y, sobre todo, muy incómodas y desconcertantes para su máximo rival, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Sánchez se gusta tanto a sí mismo que transmite una seguridad apabullante, especialmente cuando parece estar acorralado. Es en esos momentos, cuando para muchos está derrotado, cuando despliega todos sus encantos como un pavo real capaz de decir con la misma seguridad una cosa y la contraria. Basta verlo caminar para entender su arsenal de seducción política, porque desfila por una cumbre europea junto a Ursula von der Leyen de la misma forma que lo haría en la París Fashion Week con Claudia Schiffer. Da la impresión que su día a día es un juego permanente de competición, de retos que parecen estimularle en un más difícil todavía en el que se crece. Él no va a ser entrevistado por Évole, él va a ganar a Évole. Y lo mismo con Pablo Motos o con Carlos Alsina. Yo contra todos y gano a todos, debe pensar sin el más mínimo titubeo o incomodidad en sus gestos o palabras.
Son cosas del narcisismo: nunca se le pasa por la cabeza la mínima posibilidad de perder. Y lo tiene tan interiorizado que expande un halo de seguridad en sí mismo que aturde a sus oponentes. Porque una vez escuchadas las entrevistas de esta semana se antoja muy complicado confrontar con alguien que brinca como un saltimbanqui entre la verdad y la mentira para construir un entramado de medias verdades y medias mentiras con las que, como si se tratara del mago David Copperfield, arma un impecable relato de ilusionismo.
Quizá el mayor riesgo de Pedro Sánchez es ese, el sentirse invencible. Y más aún si trata cada día de campaña de superarse a sí mismo. Motos, Évole y Alsina ya se le quedan cortos y quiere más, quiere nuevos retos, como el chico que entra a una discoteca y siempre quiere a la más guapa simplemente por eso, porque es la más guapa y, a priori, la más difícil.
Cualquier presidente que acudiera a unas elecciones con la subida de las pensiones, el incremento del salario mínimo interprofesional, una reforma laboral y un abanico de medidas sociales sería imbatible, pero sin embargo Pedro Sánchez atraviesa un delicado momento en cuanto a su imagen y reputación. Y eso es para reflexionar.
Puede ocurrir que al igual que hizo cuando derrotó a todo el aparato del PSOE en las primarias contra Susana Díaz, ahora imagine una victoria frente a todo el sistema político y mediático del país. Si José Luis Rodríguez Zapatero inventó aquello de ZP, con los primeros conceptos de la mercadotecnica política, Pedro Sánchez ha ido más allá hasta confundir su figura de presidente con la de una mezcla entre un vendedor a domicilio y una estrella del 'mainstream', que lo mismo te vende un 'tupper' que sube las pensiones. Todo muy loco y muy desconcertante.
«¿Por qué tengo esa imagen ante los electores?». «¿Por qué me han castigado en las urnas?». «Están equivocados». «No puede ser. Ni será». Todas estas frases pueden revolotear en la cabeza de un Pedro Sánchez que, por ahora, ha conseguido lo más difícil: seguir creyendo en su victoria y hacer que muchos duden de que está tan derrotado como dicen. Y eso ya es mucho.
Y frente a él, Alberto Núñez Feijóo. Que es como el amigo tranquilo y tímido que acompaña al guaperas de marcha y que a veces se siente sobrepasado por el arrollador sexapil de su colega que además habla inglés. Feijóo no es Sánchez ni quiere serlo. Por eso hace esfuerzo por distanciarse de él, por no entrar en el cuerpo a cuerpo, por intentar transmitir todo lo contrario a lo que Sánchez vende de sí mismo. «Puedo ser el primer presidente de España que haya nacido en el mundo rural». Es la contraposición entre La Peroja, un pueblecito orensano de 300 habitantes donde nació Feijóo, y el polideportivo Magariños del Club Estudiantes en plena calle Serrano de Madrid donde se forjó de adolescente el presidente del Gobierno de hoy. El político gallego quiere representar todo lo que Sánchez no parece. Sólo falta por saber si el electorado premia esa actitud o la ignora.
Se trata de un político de siempre, del hombre tranquilo, frente a un animal político, un depredador, como Sánchez. Es una pelea desigual, porque además uno, Pedro Sánchez, disfruta en los campos embarrados, en la intuición y en la improvisación, y otro, Alberto Núñez Feijóo, prefiere la calma, la planificación, la quietud. No es más que lo previsible de Feijóo frente a lo imprevisible de Sánchez.
Pero Feijóo no es tampoco el alma cándida y apacible que pasea por una sabana ante el peligro de las fieras, porque detrás de ese hombre tranquilo hay muchos años de Gobierno con mayorías absolutas, y quizá ha optado por sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver político de su oponente. Veremos.
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