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En las vísperas del discurso de investidura de Alberto Núñez Feijóo, se hace difícil no hablar del trasiego de los de Pedro Sánchez y de la nefasta amnistía. Lo comprobamos todos los días en los medios de comunicación y las redes sociales. A cuatro escaños ... de poder prosperar, tras los reiterados anuncios casi suicidas del PNV o los avisos de los responsables del PSOE y sus genuflexos corifeos manejando el término 'tamayazo', los pitonisos dan el pleno por fallido. La larga retahíla de veteranos socialistas encabezada por Felipe González y Alfonso Guerra ha visto rota la unanimidad por causa del que fuera ministro de transportes, Enrique Barón, un sanchista inesperado y sobrevenido. Hacer saltar la 'banca' en esta 'mesa de juego' sólo por su propio interés y ambición, como impulsa y patrocina un engreído Pedro Sánchez, tendrá un alto precio. Pero nuestro inquilino monclovita ya ha hecho una intervención, gemela de otra antigua de ZP, en la que tacha y descalifica a los oponentes a su envite, calificándolos de agoreros, al grito de «... y España no se rompe». Pero, por duro y recio que sea un material -como siempre ha demostrado ser «el nuestro»-, todo tiene un límite. La injusticia e inmoralidad de la amnistía, tan anunciada como negada, abrirá uno de los capítulos más negros contra la democracia, la igualdad y la Constitución.
A pesar de sus expresadas discrepancias, nada se espera de Page o Lambán, y es que es realmente incómodo sentirse o ser tildados de traidores. Lástima que en nuestra política patria falte esa pizca de independencia y gallardía que los aparatos de los partidos se han encargado de eliminar. Nunca debe olvidarse que el tránsfuga, ese que se enfrenta a su partido y desoye su llamada, puede ser, a veces, el que tiene y defiende la postura ética y no lo contrario. De hecho, en estos días -y la historia lo dirá- el diputado socialista que osare discrepar con su voto de la disciplina de Sánchez estaría más cerca de la heroicidad que de la ignominia. En frente el equipo Frankenstein, compuesto en parte por los enemigos de la continuidad histórica de España.
Este señalado martes 26 de septiembre, Núñez Feijóo, ganador de las elecciones, se dirigirá a la Cámara Baja para dar su discurso y expresar su propósito de defender y velar por la España constitucional y todo lo que significa. Para sus críticos cabe decir que seguramente no es el que soñaron ni -a su entender- el mejor del mundo, o el candidato perfecto -nadie lo es-. Eso sí, será el más valiente defensor de la democracia y la igualdad de los españoles en una de las peores encrucijadas que nunca pudimos pensar. Feijóo encarnará ese lado correcto de la historia que el tiempo y los acontecimientos demostrarán. Por cierto, para aquellos que se han vaciado berreando que todo esto es una pérdida de tiempo, despreciando la función institucional y democrática del candidato designado por el Rey, de acuerdo con nuestras normas, 172 Diputados es una magnitud más que a respetar. PP, Vox, UPN Y CC, componen la alternativa leal de la apuesta por los españoles.
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