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Se siente cómodo Carlos Mazón en su pacto con Vox. La cuestión tiene lógica. La xenofobia no puede estorbar a quien no le incomodan más ... de doscientos muertos flotando sobre su conciencia. Si solo una persona hubiese podido salvar la vida acortando la sobremesa de El Ventorro es algo que queda fuera del radar ético o emocional de Mazón. Nos lo tiene demostrado. Y es penoso. Pero todavía lo es más, si cabe, que desde la cabeza de su partido exista la misma comodidad con las medidas racistas de Vox y su programa valenciano. Mazón lo compra -ya se vio su facilidad para congeniar con la extrema derecha al lanzarse a sus brazos para ser nombrado presidente sin importar que aquello pudiera arruinar la victoria de Feijóo-, Mazón lo compra, decimos, por pura supervivencia. Pero, ¿y Feijóo, y la cúpula del PP? ¿Cuántas gárgaras antes y después de su comparecencia tuvo que hacer Borja Semper para justificar el pacto con Vox?
Los menas como delincuentes. Violadores, ladrones. Hijos del hambre y del infierno. Negros, moros. Todavía no ha dicho Mazón, o Borja Semper, que se comen nuestras mascotas. Nuestros gatos y nuestros perros a la parrilla. En Vox lo suscribieron con su apoyo a Trump. Abascal, el espadachín, el cruzado que nos va a librar de tanto invasor. Tanto extranjero malnacido.
Y el PSOE. Desde el PSOE se rasgan las vestiduras y sale Patxi López a decir las verdades del barquero. Las del cayuco. Las medias verdades. El chusmerío moral que significa el pacto xenófobo con Vox, sí. Y con la otra mano, con la otra boca, la pequeña, con la mano izquierda del progresismo se firma con Junts el hartazgo catalanista de menas. Y sale ufana Miriam Nogueras, apretando la sonrisa, a contarnos que solo será catalán quien hable catalán, y que a Cataluña ya no irá más gente de sangre oscura, españolizante, mora, a no ser que sea fichada por el Club de Fútbol Barcelona con alta cláusula de rescisión. Una xenofobia exquisita, muy de disseny catalá. Esa sí le vale a Patxi y a Montoro la andaluza, la universal, la de izquierdas que quiere a Puigdemont de vuelta entre nosotros, mejor dicho entre los suyos, más allá de la frontera del Ebro, dentro de sus marcas, las fronteras que ellos, catalanes de sangre y lengua puras, deben guardar como san Pedro guarda las puertas del cielo. Sangre sucia. Que no entre nadie con sangre sucia en nuestra tierra. Ni en Valencia, Madrid o Cataluña. Extranjeros. Eso es lo que nos están ofreciendo las dos fuerzas más representativas de nuestro país en nombre de dos partidos extremos. Así que cómo no sentirse uno mismo extranjero. Extranjero y ajeno a una servidumbre tan baja.
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