La Tribuna

Europa, con el pie cambiado

Han sido tantos los años en los que Europa regaló su política exterior que ahora sus dirigentes no saben cómo actuar

Diego Núñez

Catedrático jubilado de Filosofía

Lunes, 10 de marzo 2025, 01:00

A menudo se habla en los medios de la gran tensión que se está viviendo en las relaciones entre Europa y los Estados Unidos. Pero ... la expresión no es muy exacta, pues el problema radica en que cada uno transita por caminos muy diferentes, como si se movieran en órbitas distintas. Para entender bien la postura norteamericana es preciso remontarse a 1991. Ese año, tras el hundimiento de la Unión Soviética, se produjo en el ámbito político estadounidense una serie de intensas discusiones acerca del rumbo que había que dar a la política exterior. Se enfrentaron dos líneas básicas: por un lado, los partidarios de tener buenas relaciones con Rusia, aprovechando la excelente disposición pro-occidental de las élites rusas de entonces (Gorbachov hablaba con frecuencia de construir 'la casa común europea'). Los defensores de esta dirección política militaban casi todos en la escuela geopolítica realista. El más destacado era George Kennan, el diseñador de la política de contención frente a la Unión Soviética y sin duda el geoestratega más relevante de la época. Kennan propuso entre otras cosas la disolución de la OTAN al carecer ésta de sentido en la nueva situación. Y por el otro, se hallaban los neoconservadores. Estos defendían una actitud agresiva frente a Rusia, cercándola a través de la OTAN, dado el estado de debilidad en que se encontraba. Los 'neocon' configuraron así lo que se conoce como la línea geopolítica de la Hegemonía Liberal.

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Esta tendencia compartió en seguida la rusofobia que los británicos habían practicado desde el siglo XIX. La diplomacia británica perseguía dos claros objetivos con su hostilidad hacia Rusia: primero, deseaban crear en la opinión pública un clima de animadversión ante la eventualidad de que los rusos quisieran poner un pie en la joya de su Imperio colonial, esto es, en la India; y segundo, buscaban la fragmentación de Eurasia, obsesión que se fue incrementando a medida que Alemania comenzaba a despegar como potencia continental, obsesión que se ha mantenido hasta nuestros días. Los británicos siempre han recelado de una Europa continental unida y poderosa. Permitir ahora a los británicos que se erijan en portavoces de las iniciativas europeas es como poner a la zorra a cuidar de las gallinas.

A esta línea neoconservadora tanto como el dominio militar le preocupaba el dominio mental de los ciudadanos. Basten algunos datos. De la Associated Press y de la Reuters salen el 90% de las noticias que se difunden por el mundo. Por su parte, Elon Musk está publicando los gastos de la USAID en las últimas décadas. De un presupuesto total de la Agencia en 2023 de 150.000 millones de dólares, 36.500 millones estaban destinados a subvencionar medios de comunicación de las más diversas tendencias para que no se salieran de lo políticamente correcto. Hasta ahora, y esto es solo el comienzo, hay computados 780 medios y 1.500 periodistas. Por ejemplo, para difundir que el corona-virus tenía un origen natural, y no artificial, se dedicaron 2.000 millones de dólares. Es más, ahora se ha sabido -el nuevo director ha enseñado los documentos- que la CIA tenía un confidente en el laboratorio de Wuhan, que en el otoño de 2019 informó de que se había producido una fuga de este virus quimera del laboratorio y que un investigador estaba infectado. Pero el informe durmió en un cajón hasta hace unos días por orden expresa de la Administración Biden.

Lo que ha hecho la Administración Trump es sencillamente retomar la orientación que George Kennan defendió en los inicios de los años 90 del siglo pasado. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los asesores de Trump en política exterior está alineada con los postulados de la escuela geopolítica realista. En los medios se suele abusar de lo que los escolásticos llamaban argumentación 'ad hominem'. Atribuir a Trump semejante planteamiento es sobreestimar sus capacidades intelectuales. El enfoque del conflicto ucraniano para ellos no es más que un aspecto de esta actitud general de entente con Rusia. Estos geoestrategas piensan que la enemistad con Rusia es una enemistad artificialmente fabricada, sin base real, y que hay muchos intereses comunes entre ambas potencias. Su tesis principal es que el camino de la guerra para resolver los problemas internacionales, aparte de ser muy costoso para el pueblo norteamericano, ha fracasado, y hay que sustituirlo por la senda de la economía y de la diplomacia, única manera de competir con los chinos. En este sentido, sostienen que el auténtico rival es China, y que no se puede empujar a los rusos a caer en los brazos de ésta última. El problema, pues, no es la nueva orientación de la política exterior norteamericana; el verdadero problema radica en que este giro le ha cogido a Europa con el pie cambiado. El mayor error cometido por Europa fue colocar a la OTAN y a la sede de la Unión Europea en la misma ciudad. A partir de entonces, a los ojos del mundo, se convirtieron en la misma cosa. Europa perdió así la autonomía de su política exterior. Han sido tantos los años en los que Europa regaló su política exterior que ahora sus dirigentes no saben cómo actuar.

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El andamio al que estaban agarrados se ha caído de repente. En los últimos tiempos, se han metido en una espiral belicista, liderada por los neoconservadores americanos, de la que ahora no saben cómo salir. Europa parece no entender lo que está pasando. Sus dirigentes se hallan desconcertados, haciendo continuas declaraciones desnortadas, sin pies ni cabeza: ¿Cómo interpretar si no la propuesta del señor Macron de que hace falta un alto el fuego en el conflicto ucraniano por mar y aire, pero no por tierra? Es preciso que Europa se replantee de manera urgente su política exterior en el nuevo contexto internacional.

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