Os espanhóis

Generalmente los países que nos rodean no se replantean la forma del Estado cada cuarenta años, ni siquiera cada cien. Quizá nosotros, a pesar de ser tal como somos, tampoco deberíamos hacerlo. Bastaría con tener algo de más confianza en los hechos e intenciones de los que nos antecedieron, sin sectarismos pasionales, sin esa altanería de juzgar el pasado con las reglas del presente -todavía sujetas con alfileres-, con la generosidad que solemos interpretar nuestras cosas y las de nuestros amigos. Construir es así, querer los cimientos, desear el proyecto y emprenderlo contra nadie, sin inflar ni inventar facturas, a favor de todos.

Hispania significa España, la provincia así denominada en tiempos del Imperio Romano comprendía toda la península. La lista de los reyes godos es la lista de los reyes de la España visigoda. La invasión musulmana en el 711, aun los reinos y los taifas, renombró la piel de toro como Al-Andalus, pero nadie olvidó a España, a las Españas que palmo a palmo recuperaron lo que consideraron sus tierras arrebatadas. En pleno liderazgo de Castilla, el padre de las letras portuguesas, Luis Vaz de Camoens o Camões (1524-1580), dijo: «Fale de castelhanos e portugueses, somos todos espanhóis...» («hablad de castellanos y portugueses, que españoles somos todos»). No es malo echar la vista al pasado para entender el presente y saberlo poner en su sitio. Nunca fuimos huérfanos ni cosa distinta que la España que nos legaron, orgullo, fuerza y honor. Los españoles nos merecemos el futuro iguales y libres y ningún gobernante puede ni debe flaquear, por error o debilidad, en la defensa de la nación con la que ha comprometido expresamente su lealtad.