Epitafio a los bares
INTRUSO DEL NORTE ·
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INTRUSO DEL NORTE ·
Los bares son nuestra vida. Excepto para Garzón, que es más de enoturismo nupcialEn plena peste, antes y después de ella, en Madrid y Sevilla se bebía vino de Málaga, de Valdemorillo, del Aljarafe. No cerraron las tabernas, ... y el toque de queda se pasó por salva sea la parte, aunque las ánimas del purgatorio pasaran tan cerca de aquellos lugares de perdición y de vida, con los valentones con la vizcaína al cinto.
Nada más triste que un bar cerrado; algo que es así como un heraldo de la muerte como hace años eran las cartas que ponían a la buena gente los 'aitas' de los de Bildu: el impuesto revolucionario.
Se van muriendo los bares y los vimos manifestarse en Larios, en una marcha que era también la nuestra. Uno pasea ya por el Pedregalejo de tarde y parecen los muelles del Támesis del Londres del Destripador: oscuridad y algún majara pescando viejas antes del toque de queda.
Nos han matado a los bares para gran alborozo de Alberto Garzón, que es más de turismo enológico nupcial y a lo bestia en su Rioja natal. Los mandiles van llorando porque se avecina una Navidad sin 'ligaí-llo' previo, y en la Casa del Guardia está triste hasta la tiza de las consumiciones.
Nos han matado los bares y se ha blanqueado con 'Álvarez Gómez' a Batasuna: en eso consiste la nueva normalidad. En eso y en dejarle a la Junta un problema que debe ser del país.
Los hospitales ya ponen camas en la cafetería y ahí está la metáfora más aterradora de la cogobernanza contra el bicho. La Ciencia Médica avanza que es una barbaridad; yo consumí la azul de Pfizer y la genérica de los chinos en tiempos en que necesitaba vigor para terminar la carrera y noté la diferencia. Quede esto dicho en bien de la propia Ciencia Médica y en detrimento y duda de la farmacología de los chinos, que son muchos y muy mentirosos.
Pero yo voy también a esta Málaga de la que a veces hablo con Lillo: la Málaga que ha cerrado la peor cicatriz, de la de la Avenida de Andalucía, cuando aquí se rajan pulmones por culpa de un bicho que hay todavía quien niega. Como le gusta a Lillo, abro la predicción y todavía queda verano, algo de vida meteorológica antes del largo invierno.
Fueron los bares los primeros en cumplir, y ahí están, abandonados, mientras Sánchez coloca a los suyos, y a los hijos de los suyos, y a los recomendados de los suyos, con un presupuesto que le firman los etarrillas y pagamos los españoles.
Perdonen esta tristeza de lunes. Luperca no me habla, y cuando salgo del teletrabajo sólo tengo a mano el mueble bar bajo un cuadro alegre de Rous con caritas. Y el tínder, claro.
Y créanme que no es plan ni de esto, ni de leer a prosistas de ideas.
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