El FMI advirtió ayer que la economía española continuará resintiéndose de la inflación el próximo año, cuando llegará al 3,9%, cuatro décimas más de la que espera para el actual. Pese a ello, seguirá a la cabeza del crecimiento en la UE, aunque el ... 1,7% previsto –tres décimas menos de su estimación anterior– confirma la desaceleración de la actividad y, siendo meritorio en un contexto díficil, resulta demasiado exiguo como para conceder especial valor a esa posición en el ranking europeo. Especialmente porque el contraste con la recesión del 0,5% de Alemania en ningún caso puede interpretarse como halagüeño para nuestro país. Entre otros motivos porque pesará en el restablecimiento de la disciplina presupuestaria.

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La persistencia de los efectos de la guerra de Putin y el mantenimiento de unos elevados tipos de interés auguran un enfriamiento de la economía global del que España no podrá librarse. Una ralentización que es de esperar no sea más acusada a consecuencia de que el ataque de Hamás contra Israel derive en una inestabilidad prolongada en la región, con sus consiguientes efectos sobre el precio y la disponibilidad de los combustibles fósiles y del transporte marítimo.

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