La encrucijada tecnológica
CARTA DEL DIRECTOR ·
Málaga ha conseguido en poco tiempo ser una ciudad de la que todo el mundo habla bien y eso, irremediablemente, provoca ciertas dudasCARTA DEL DIRECTOR ·
Málaga ha conseguido en poco tiempo ser una ciudad de la que todo el mundo habla bien y eso, irremediablemente, provoca ciertas dudasMálaga vive en los últimos tiempos un proceso de excitación por su futuro como 'ciudad tecnológica'. Después de ser 'ciudad turística' y 'ciudad cultural', ahora abre la puerta al sugerente mundo de la industria digital, que desata una irrefrenable sensación de optimismo. En muy poco ... tiempo, Málaga ha conseguido ser una ciudad de la que todo el mundo habla bien, aunque esto no tiene por qué ser un buen síntoma. «Málaga está de moda», dicen. «Cómo ha cambiado Málaga», repiten también. «Málaga es la nueva Barcelona» se llega a leer. Y en el momento de la exaltación malaguita se puede escuchar que «Málaga es el Silicon Valley de Europa». Todo eso puede tener un punto de verdad, pero también es la demostración de la encrucijada que vive actualmente Málaga como destino tecnológico.
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El punto de partida es muy positivo, fruto de un trabajo de más de 20 años. Hoy por hoy grandes corporaciones tecnológicas se han fijado en Málaga: Google, Vodafone, Telefónica o Dekra van a desarrollar grandes proyectos con inversiones millonarias. Además, empresas locales como Virus Total (Google), Freepik, Aertec, Owo o Up to Down son embajadoras del éxito emprendedor malagueño. Muchas empresas tecnológicas del mundo miran a Málaga como lugar desde donde lanzar sus iniciativas. La ciudad ha reforzado su imagen como destino de los nómadas tecnológicos y parece que no se puede hablar de este sector en España sin que Málaga aparezca antes o después. Todo esto está muy bien y hasta podría considerarse un sueño cumplido, pero para ser realistas es sólo un comienzo, la llegada a un puerto base desde el que iniciar la ascensión a la cumbre. Y es en este momento cuando comienzan a surgir las dudas.
Un solo dato: en los próximos años Málaga va a necesitar más de 1.500 ingenieros para empleos de alta cualificación y la realidad es que ni Málaga ni España tienen capacidad para satisfacer esa demanda. La razón es que, como ocurre en todo el mundo, faltan ingenieros. Surge entonces la primera de las cuestiones que habría que poner sobre la mesa para digerir la revolución tecnológica que experimenta la ciudad: ¿Está Málaga preparada para atraer todo el talento que requieren las empresas?
Igual que para ser un destino turístico y cultural se necesitan hoteles, buenas infraestructuras, museos, centros culturales, restaurantes y un clima envidiable, para ser una capital tecnológica hacen falta servicios complementarios que hagan de Málaga un buen lugar no sólo para vivir sino también para trabajar. En un encuentro reciente con empresarios, muchos destacaban, por ejemplo, la falta de plazas escolares internacionales y también la escasez de un parque de viviendas para compra y alquiler para este tipo de trabajadores. Son sólo dos ejemplos de la necesidad de repensar qué tipo de ciudad tecnológica quiere ser Málaga y diseñar su apuesta por el empleo cualificado y de calidad.
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Se puede concluir que Málaga quiere ser muchas cosas a la vez y quizá requiere un pequeño alto en el camino para planificar la estrategia y, sobre todo, para enfocarse hacia lo importante. El turismo es un buen ejemplo para analizar los errores y los aciertos que se podrían aplicar al futuro tecnológico. ¿Qué destino no prefiere el turismo de calidad sobre el turismo de despedidas de solteros? De ese mismo modo hay que optar por empleos de alta cualificación frente a las granjas de programación repletas de mileuristas.
Una vez le preguntaron al artista malagueño Rogelio López Cuenca sobre el producto más delirante que había visto con la marca Picasso. Y respondió: «Había un todo-a-cien que se llamaba Picassien, pero el que lo resume todo en dos palabras es Chiringuito Picasso». Esta frase de López Cuenca, uno de los artistas más lúcidos de nuestro tiempo, sirve como toque de atención sobre los riesgos que se ciernen sobre Málaga y sobre la necesidad de trascender su vocación como marca turística, cultural y tecnológica para construir un modelo de ciudad para vivir y en el que las personas, sean de aquí o de allí, estén en el centro de ese diseño. Porque entre ser una ciudad amable o una ciudad hostil sólo hay una delgada línea roja.
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La movilidad, las infraestructuras, el acceso a la vivienda o la sostenibilidad deben ser también prioritarias en el desarrollo de una ciudad que ha llegado a un cruce de caminos y que debe acertar en el camino a tomar. Y como en cualquier viaje es esencial saber qué equipaje llevar. A veces, en una mochila cabe mucho más que en cien maletas.
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