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Paulino Plata
Expresidente de la Autoridad Portuaria
Domingo, 16 de febrero 2025, 01:00
Durante años, he mantenido una posición prudente respecto al llamado proyecto de la Torre del Puerto. Como podrán leer, la decisión de su puesta en marcha no fue un acto ocurrente ni caprichoso, y en él está comprometida la opinión o el juicio que los ciudadanos puedan tener sobre la gestión que tuve el honor de desempeñar, durante casi seis difíciles años, al frente del Puerto de Málaga. Los últimos acontecimientos me llevan a expresar mi opinión sobre ciertos aspectos clave de este emblemático edificio, que tanto promete y, a la vez, tanto inquieta. El enclave donde se proyecta esta construcción, el dique de Levante, es uno de los espacios más privilegiados y simbólicos de nuestra querida Málaga. Su ubicación exige que cualquier intervención arquitectónica de alto nivel, que genere un impacto visual positivo y, sobre todo, irreprochable en términos de seguridad jurídica y beneficio público. No podemos aceptar menos que la excelencia.
Conviene recordar que este proyecto nació en un momento especialmente adverso para el Puerto de Málaga como consecuencia de la pérdida del tráfico de combustible que se había producido con anterioridad. Para superar la situación se plantea el Plan Especial del Puerto donde se contempla la primera iniciativa para transformar el dique de Levante y en él la construcción de un hotel. Fue una época difícil, marcada por la contracción del comercio y la inversión lo que obligó al Puerto a buscar alternativas para revitalizar su economía y competitividad. A partir de 2013, la situación se tornó aún más crítica, con dificultades incluso para pagar las nóminas. En ese contexto, resurgió la idea del hotel en el dique de Levante como símbolo de resiliencia y oportunidad.
Durante años, llegaron propuestas de diversa índole, algunas acompañadas de maquetas. La mayoría eran desmesuradas, inadecuadas para el espacio disponible. Finalmente, quedaron dos proyectos más acordes y ajustados a lo previsto en el planeamiento, y mediante el procedimiento de competencia de proyectos establecido en el capítulo III de la Ley de Puertos y Marina Mercante, se inició la tramitación correspondiente. No seré yo quien aburra al lector relatando la interminable, exhaustiva y compleja tramitación urbanística que ha precedido a este momento y los múltiples debates que tuvieron lugar. Los medios de comunicación han difundido ampliamente los detalles. Pero sí quiero detenerme en algunos aspectos recientes que considero preocupantes.
Málaga vive un momento de esplendor, con una proyección internacional que no admite improvisaciones. La singularidad del lugar donde se erigirá este edificio exige claridad y transparencia desde el primer momento. Me inquieta profundamente la estrategia de no mostrar el diseño definitivo. Este hermetismo me parece un error grave, ya que podríamos enfrentarnos a un escenario en el que se presente un diseño final cuando ya sea imposible realizar cambios sustanciales. ¿Qué sucedería si el resultado fuera un edificio carente de belleza y relevancia? Málaga necesita una obra que embellezca su horizonte y refuerce su identidad.
Por otro lado, el presupuesto anunciado de 120 millones de euros para construir y equipar el edificio, así como para acometer una profunda remodelación del entorno desde el acceso de Muelle Uno hasta las áreas circundantes, me despierta serias dudas. Esta cifra, sorprendentemente baja, se calculó hace bastantes años como posible inversión, así que resulta poco creíble si consideramos las estimaciones manejadas hace años y el notable aumento de los costos de construcción, tanto en materiales como en salarios. Además, tras culminar el largo proceso urbanístico, los cambios introducidos en el proyecto son tan significativos que casi podríamos hablar de una propuesta distinta, potencialmente alejada de lo aprobado por el Consejo de Administración. Esto debería llevarnos a cuestionar si el proyecto actual sigue siendo el que se corresponde con lo acordado.
Hoy, nuestra ciudad disfruta de una economía revitalizada, y el Puerto ha experimentado una notable recuperación gracias a la diversificación y la combinación de inversión pública y privada. Estamos en una posición privilegiada que Málaga no había conocido en décadas. Este contexto nos invita a aspirar a más, a buscar proyectos que reflejen nuestro potencial futuro, nuestra capacidad innovadora, y que estén en sintonía con las necesidades actuales. Por todo ello, y ante el interés que despierta Málaga como destino de inversión, los profundos cambios en el proyecto, las dudas sobre el diseño y el presupuesto planteado, considero que sería prudente evaluar la apertura de una nueva convocatoria. Esta permitiría valorar otras propuestas que, además de cumplir con los más altos estándares, podrían generar mayores beneficios económicos para el Puerto y la ciudad.
En conclusión, puestos en esta tesitura el proyecto de la Torre del Puerto merece ser replanteado con una mirada crítica, transparente y respetuosa con las instituciones y la ciudadanía. Málaga ha cambiado y, con ella, sus aspiraciones. Esta es una oportunidad única para construir algo que no solo embellezca la ciudad, sino que también responda a las demandas de un presente dinámico y un futuro prometedor. Málaga lo merece, y nosotros, como ciudadanos, debemos exigirlo.
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