Que la vida es corta es algo que aprendemos pronto, antes que otras cuestiones, por una u otra razón, cerca o lejos, la muerte siempre está presente, como es natural. Por otra parte, la 'otredad' de morir se nos presenta así, dependiendo de las circunstancias, ... siempre desaparecen los demás, hasta cierto punto, hasta el punto final. En esta carrera que son la niñez, la adolescencia y la vida adulta, cuando la inocencia empieza a atenuarse, la profesión, el empleo y la ocupación son principal objeto de nuestro celo y atención. No es nada fácil que el puesto obtenido sea tenido por brillante, de hecho, cuando se encuentra, el asunto se describe como: fulanito de tal «se ha colocado». Lo cierto es que se trata de un paso realmente importante en la vida. En muchos casos se trata del lugar o de la situación en la que va a transcurrir la existencia y el tiempo y donde van a fraguarse el carácter, la experiencia y las más determinantes circunstancias. Si hay un 'efecto mariposa', el concreto empleo será –entre otros, todos– el más importante condicionante, el aleteo más transformador.
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Nuestra sociedad mira, examina y opina constantemente de todo lo referente a la realidad estadística del binomio personas-trabajo y la política dedica un tropel de medidas y discursos a este asunto con suerte desigual. Las soluciones certeras suelen ser 'rara avis' y las decisiones aciertan bien poco. Así que no traeremos a esta sección ninguna mágica fórmula, la magia es bella porque nos hace soñar, pero termina en cuanto nos ponemos serios. Cuando periódicamente se dan a conocer cifras complejas acerca de ocupados, «ocupados demandantes de empleo», «ocupados en formación»... Acabamos sólo con los sumarísimos titulares, que nos llevan y nos traen. Demasiados ciudadanos sin encontrar su sitio, demasiados no sólo estos atronadores tres millones, sólo uno ya es un exceso, porque para él la carencia es absoluta.
Es tiempo de crear unas condiciones de facilidad y canalización de normas y condiciones para conseguir que todo fluya. No se trata de dar por buenas unas malas condiciones objetivas laborales –de ninguna manera–, ni legalizar bajas percepciones o permitir excesos ni abusos, no. Hay que explorar en la neutralización de los inconvenientes puramente estatales, como las altas cotizaciones y los gravámenes a trabajadores y empresas. Hay que descargar la creación de empleo de sus muy onerosas tarifas y de las trabas formales netamente burocráticas que tanto dificultan el objetivo final. No digamos las inmensas trampas con las que se topan las horas extraordinarias o esa aberración de que en vez de pagarse se canjeen por horas libres o tiempo de vacaciones. El enorme y complejo entramado normativo que afecta al empleo debe ser liquidado para partir de cero y, con todas las garantías, crear normas elementales para lograr sus pretendidos propósitos. En lo tocante a los trabajadores autónomos, tampoco es el camino aumentar su coste de Seguridad Social, sino todo lo contrario y de forma generalizada. En vez de bonos y paguitas, pongamos dinero en empleo y abaratemos de una vez el papel del estado, para que sirva.
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