Sr. García .
Carta del director

Elecciones generales sobre los escombros del 15M

Los malos resultados del PSOE en los comicios municipales desencadenan el adelanto electoral bajo un ambiente de desmoronamiento de aquellos partidos que llegaron para regenerar la política y que hoy están al borde de la desaparición, víctimas de sus propios errores

Manolo Castillo

Málaga

Domingo, 4 de junio 2023, 00:01

En los tiempos de la inmediatez, la política también se está transformando a una velocidad de vértigo, capaz de devorar ideas, líderes y partidos en unos pocos años. Los cambios son insaciables en una jungla en la que nadie se puede sentir seguro y, mucho ... menos, para siempre. Bueno, a excepción de los palmeros profesionales que vitorean a quien haga falta con tal de asegurarse un puesto en cualquier lista. Y así llevan más de 20 años con el armario repleto de chaquetas que intercambiarse según convenga.

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Pedro Sánchez volvió a sorprender –lo lleva haciendo desde aquel tour en coche por toda España, antes de zamparse de un bocado a Susana Díaz y al resto de la ejecutiva socialista para convertirse en el nuevo líder del PSOE– y convocó un adelanto electoral con el que acallar las críticas internas por el descalabro de las municipales. Sánchez quiere volver a hacerlo, quiere volver a ganar a la manera del Cid Campeador. Y nadie se atreve a darlo por políticamente muerto.

Y una de las víctimas de ese tsunami antisanchismo fue el candidato Dani Pérez, que con disciplina soviética se dejó aupar en campaña por su líder en lo que luego fue una gran caída desde lo más alto. Pérez se vio alcalde, quizá confundido por la realidad de su micromundo, y tuvo que tragarse con dificultad el sapo de la derrota. Al margen de la debacle sanchista, Pérez se dejó embaucar por una suerte de opinadores y catastrofistas hasta configurar una estrategia electoral que, como escribió Javier Recio, significaba una enmienda a la totalidad del modelo de ciudad de Málaga. Un grave error, visto lo visto. Pérez se convirtió conscientemente en el alcalde perfecto para los indignados e insatisfechos de la ciudad, pero no para una mayoría de centro izquierda que pudiera auparle a la Alcaldía. A ver cómo gestiona ahora la oposición desde ese rechazo permanente.

Pero este descalabro no es comparable al de otros candidatos socialistas de la provincia. En Marbella, José Bernal fue víctima de su propio despropósito y agotó su enésima oportunidad antes de, simplemente por dignidad política, dimitir, algo que no hará porque hace tiempo se atornilló al sillón de concejal. Convencido de que el fin justifica todos los medios, por despreciables que sean, hundió al PSOE en un barrizal de descrédito en Marbella. Pero ahí sigue y seguirá.

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Antonio Moreno, en Vélez-Málaga, o Víctor Navas, en Banalmádena, se quedaron noqueados, sorprendidos por lo ocurrido, y con la sensación de ser los músicos del Titanic. Sólo Josele González, en Mijas, medio resistió, víctima del voto de castigo contra Sánchez. De lo contrario, sería hoy un alcalde con mayoría en Mijas.

Y este panorama se repitió por toda España entre la resignación y la indignación de los barones y candidatos socialistas arrastrados por el sanchismo, que en un alarde de resistencia protagonizó una imagen para la historia: una sala del Congreso repleta de perdedores aclamando al líder.

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Y, entre los damnificados de esta tormenta, los dos partidos que salieron del 15M para regenerar la política y que están al borde de la desaparición tras cometer muchos de los errores que decían combatir. A Ciudadanos y a Podemos hay que reconocerles su tarea para poner en orden el bipartidismo, acabar –o casi– con la corrupción y apuntalar la transparencia en la gestión política. Pero luego fueron incapaces de mantener la calma, gestionar los egos y asimilar los éxitos.

Ciudadanos dilapidó el enorme patrimonio político logrado en Cataluña y por las prisas de alcanzar el cielo bajó a los infiernos electorales. Albert Rivera e Inés Arrimadas lo pudieron ser todo, o casi todo, pero las prisas les jugaron malas pasadas y con ellas arrastraron a un partido que tenía todo el sentido del mundo antes de convertirse en lo que tanto renegaron: más de lo mismo o peor.

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Y Podemos fue la herramienta más poderosa para la regeneración política: movilizó, agitó conciencias y entró a saco en la opacidad bipartidista. Llegaron desde la izquierda más participativa y asamblearia pero acabaron en una guerra fratricida por el poder, en un juego de tronos en el que los que eran colegas de cañas y delirios de grandeza acabaron despedazándose como en una pelea de gallos.

Esta tempestad de la izquierda ha aupado al PP a una ola que, al menos en las municipales y autonómicas, parece llevarle directamente a la orilla de la Moncloa. Veremos.

Y mientras tanto, Vox recolectando votos de indignados y de la derecha de la derecha que salen de las tripas y no de la cabeza. «Arrasamos en los polígonos», me dijo un candidato de Vox. Pues eso.

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Pedro Sánchez ha cogido el PSOE por bandera y lo lleva hacia no se sabe dónde, en una especie de descenso a ciegas sin saber si lo que espera es, realmente, un barranco.

Nos dirigimos al 23J sorteando los escombros del 15M, entre dimisiones y espantadas, como un campo de batalla tras las municipales lleno de heridos y cadáveres políticos mientras a lo lejos, sobre la colina socialista, Pedro Sánchez arenga a los suyos para volver, aunque sea magullados, a un nuevo enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

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