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El progreso de la humanidad trae grandes dependencias. Camino del 'mundo feliz' a toda pastilla, una batería muerta de un coche eléctrico flamante causa grandes estragos al tráfico -empieza a ser frecuente-, llamas a la grúa del seguro y avería arreglada o arrastre de urgencia, ... poco hemos cambiado. La sofisticación de nuestros hogares y, en general, de nuestra vida, nos hace progresar de forma impresionante en comodidades y prestaciones, pero la tecnología falla a veces. Lo peor es que también a veces se interrumpe el suministro de lo que quiera que sea que hace funcionar estos artilugios o elaboradísimos rudimentos en cuyas manos ponemos nuestro propio desempeño o producción. Fíjense cómo la pandemia y sus medidas nos trajeron la escasez de los semiconductores, cómo el paro del transporte nos dejó por momentos sin leche o la guerra de Ucrania sin aceite de girasol. También la guerra puso el carburante por las nubes, o las complicaciones y el encarecimiento del gas y su desconocido horizonte.

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