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A finales de agosto del intenso 24 sonaba una oficina de la ONU en Madrid para la prevención del terrorismo en Mauritania y Pedro Sánchez ... anunciaba visita a Gambia, Senegal... Y Mauritania. Pues allí, en el Magreb, Sánchez explicó que España podría traer, formar, emplear, devolver, recircular, no se sabe bien, a 250.000 inmigrantes mauritanos, o no, o no tantos. Piénsenlo, no se sabe qué comunicó el presidente, ni el porqué de la cifra elegida, si fue improvisada, fruto de un estudio serio o superficial y elaborado a toda prisa en Moncloa. ¿Una decisión libérrima, por qué no menos o por qué no más inmigrantes?
Bueno, una suerte de inicio de curso político de cierta brusquedad que irrumpe y arroja un desacuerdo propio y ajeno, un fracaso, dicen en Sumar. Y, créanlo, es un asunto muy importante la inmigración y todas sus vertientes. Miren el colapso de Canarias. Sánchez fija cifras y decide, también sin debatir, las políticas migratorias y quizá deberían preguntarnos. Nos habíamos quedado en la contratación en origen, atención humanitaria y cumplir la ley, nunca en que venga el que quiera y si alguien rechista es algo así entre facha y racista... Probablemente preguntar a los españoles qué quieren puede ser adecuado y democrático, en vez de calificar a los que digan, maticen o discrepen. Todas las opciones políticas debieran plantearse qué piensan sus seguidores, en vez de correr a fijar posiciones en nombre de los suyos. El calado de este asunto lo merece, depende de lo que se decida puede cambiar la faz de este país. Incluso cuando velozmente alguno o algunos explican que necesitamos la inmigración... Bueno, tendremos que pensar si queremos crecer y en qué medida, recuerden que cuando conviene también se traen propuestas de decrecimiento o renuncia a un mayor desarrollo. Si nuestra población autóctona no crece, si hay menos hijos que nunca, cabe preguntarse si estamos abocados a un tipo de opción o hay otras. ¿Hay que reponer a la población o cabe fijar un objetivo de reducción de la misma? ¿Hay que aceptar que venga quien quiera o podemos decidir quiénes y cuántos? La ley obliga a atender y que el estado se haga cargo de los llamados MENAS, en tanto no sean reclamados en origen o por sus padres o tutores. También la ley y los tratados internacionales nos obligan a socorrer a los náufragos y necesitados, es una cuestión humanitaria y de solidaridad debida, pero el diseño del futuro es una cuestión soberana, no de Sánchez, sino de una democracia soberana. Es el momento de decidir qué país queremos para el futuro y hacerlo de forma correcta, sin caudillismos ni hechos consumados, sin dar nada por hecho.
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