Un 'doodle' es entrar en la inmortalidad, en la que lleva Chiquito de la Calzada mucho tiempo. Antes, mucho antes de que se nos fuera ... aquel día del que guardo la portada del periódico y que compartí con mi llorado Pablo Aranda. Creó, y le gustó esto mucho a Manuel Alcántara, eso que le atribuyó el arribafirmante de ser el creador del «esperanto trinitario», que era una forma de decir las cosas en un español que todo el mundo entendía: en Bogotá, Rota, Mondoñedo y hasta Japón.
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Una lengua internacional que se vehiculaba en los grafitis de las paradas de autobús, en pintadas que representaban la neolengua de Gregorio y que aparecían en los paredones del Norte. Toda una forma de entender la vida y la comunicación. La comunicación de una de las partes más nobles del alma, que todos sabemos que es la risa, el despiporre y así.
En el humor, y Google lo sabe, nadie llegó más alto. Lo que en otros era preparación y dobles sentidos, en Chiquito era lo natural cuando se subía a un escenario. Debajo de él, era morigerado, reflexivo, y en su tertulia del Chinitas le gustaba escuchar y aprender según cuentan los que saben. La felicidad, la memoria histórica, están en Chiquito y en ese 'doodle, y no sabemos si es que es un recuerdo a una televisión que ya no se puede hacer.
Summers lo vio, y con él, con Chiquito, cambió la televisión. Los humoristas de la época, que se habían quedado anclados en los 80, empezaron con el saltito del sillón, el grito, el baile. Ya no valía otra cosa que el surrealismo malagueño. Y así durante las noches del 'Genio y figura' y las camisas imposibles de Gregorio Sánchez. Y más tarde, los trajes de noche cuando había gala de algo, que en la España que vivía por encima de sus posibilidades siempre había algo de gala. Y Chiquito ahí, entre Juan Pardo y la Jurado.
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El 'doodle' ha traído tiempos felices al buscador y al que busca en el buscador. Momentos lejanos, pero no tanto. Cuando la televisión se hacía con gusto y no con el trazo grueso de una 'chafardera' que se les da de intelectual vendiendo guano. Y saben a quién me refiero.
La España que tiene recuerdos vivos de los 90, o sea, yo mismo, agradece ese detalle desde la oficina de una alta torre despersonalizada cuando usamos Internet y de repente nos salen los Chiquitos con su baile y sus colores. Hay cuadros suyos, estatuas suyas, y en el Internet una colección de vídeos que, uno tras otro y vistos casi en trance, son una cura para el alma.
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Ahora que la ciudad se internacionaliza, hay que encontrar a los anclajes que nos arraigan con lo más profundo del pueblo. Y esto creo que es de Lorca.
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