Es lunes, pero no es lunes. Es lunes, claro, pero reluce más que un sol la túnica blanca ahí, al viento marinero. Años después, años ... de encierro, años que la primavera nos la secuestraron por el SIDA chino y aquí estamos. De nuevo. En lunes y en papel. Tengo escrito por ahí que a Cristo hay que disfrutarlo, y por eso El Cautivo evangeliza a la vez que emociona. A la vez que sostiene un día que no es un día. Un laborable que no es un laborable. Luego estarán las promesas, muchas, que venimos de lo peor y vamos hacia la incertidumbre y sólo Dios, en madera o en el alma o en los dos sitios, puede darnos la fuerza para seguir

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Pero no es tiempo, quizá, de un lunes para metafísicas facilonas, sino para consignar quién estará en la calle si el caprichoso tiempo de esta rara primavera lo permite. Toda la Trinidad y media España para demostrar lo que han venido mostrando los calendarios de los obradores de pan, las pescaderías: una foto de Jesús Cautivo ya descolorida. Con caras que quizá ya no estén y otras, como la mía, que aparecen en la fotografía con más canas de lo habitual. En eso está y va el peaje de la vida, pero qué más nos da, si es Lunes Santo y la Semana más grande se abrió ayer después de tanto Sáhara y tanta chimba.

Llegan a mis oídos sonidos regulares, y sé que en La Purísima, el pitufo mañanero y el café espabilador tienen hoy un sabor especial. Y los niños, que juegan en lo que queda de playa, recitan de memoria el itinerario del masivo cortejo. Y en la casa del Teorías, Jaime le explica pedagógico al anfitrión los vericuetos del Barroco y que los paisajes bíblicos, desde muy antaño, los ha ordenado de forma casi exegética el malagueño.

Todos los Lunes Santos son el mismo y son distintos. La década prodigiosa que casi llevo en esta tronera siempre ha sido Lunes Santo, y siempre he visto al Cautivo como una estampa en mi biblioteca a la que cada día le pedía menos cosas: desde un amor que me hubiera resarcido al milagro de que me desaparezca el insomnio.

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Y ahora eres tú, malagueño, quien con todo el amor hacia el prójimo, con todo lo que quede en las fuerzas que flaquean, seas el que tome las calles porque la túnica blanca ha vuelto a la normalidad. Y la ciudad vuelve a ser lo que fue demasiado tiempo después. Será un milagro de la primavera, pero ya no queremos milagros sino certidumbres: Dios, Málaga y Cautivo.

Éste el crisol del Lunes más Santo en una ciudad al Sur que se desborda. Que por ventura se desborda en una semana en la que echaremos en falta la rebequita o el plumas si vamos a estar parados, rezando y contemplando.

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