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La tribuna

Que Dios te confunda

En el mundo secular, el único que es dominio de la ciencia, siempre hay alguna incertidumbre

Federico Soriguer

MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS

Sábado, 10 de agosto 2024, 02:00

«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», dejo escrito Wingestein en su 'Tractatus'. Discurrir es una palabra polisémica que lo ... mismo habla del curso del agua en un río que del paso del tiempo o de la capacidad humana para hacer preguntas y obtener respuestas. Preguntar es dudar. Los animales también dudan, aunque la mayoría de sus decisiones suelen venirles de fábrica. Se adaptan al medio siguiendo las leyes de la evolución, comunes a todos los individuos de la misma especie. No tienen que pensar mucho para ello. Los humanos tenemos dudas, pero, a partir de un momento, nuestras respuestas de supervivencia y adaptación, dejaron de ser biológicas y pasaron a ser, sobre todo, culturales. En cierto modo somos un animal inacabado. Hay que reconocer que nuestra biología no ha estado a la altura de la complejidad de lo humano. Ni de sus expectativas. Para sobrevivir nos hemos visto obligados a adaptar el medio a nuestras necesidades (como vio con claridad Ortega hablando de la tecnología). Es ese el origen del actual antropoceno. Un camino sin retorno. Un ajustamiento que Zubiri, identificaba con la necesidad (moral, social, política) de justificación. Dar razones de por qué hacemos lo que hacemos, es justificarnos. Razonar, dar motivos, explicar. La justificación exige de explicaciones que los demás puedan entender. Un engorro. Una insufrible babel. Una ceremonia de la confusión. Hay, además, demasiadas cosas inexplicables y si no se pueden explicar no se pueden justificar. Justificarse es ampliar los límites del mundo.

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