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Como se esperaba, Sánchez ha entregado Pamplona para salvar su puesto con el inestimable voto del PSOE-PSN. Esta vez le tocó a la capital de Navarra -que también habrá pactado vender-. Tras las elecciones generales del 23-J, se nos distrajo con Junts, Esquerra ... y PNV, pero nada se nos contó del pacto oculto con Bildu. De hecho, nada sabemos tampoco de la letra pequeña de ninguno de los pactos con separatistas y nacionalistas -referéndum de autodeterminación, desaparición de la enseñanza en lengua española, financiación de las comunidades 'especiales', transferencias competenciales y alguna que otra sorpresa por desvelar-. Cada una de las cesiones que se llevan a efecto han sido en algún momento tildadas por altos responsables del PSOE como mentiras o 'fake news'. Ya saben, los de la melé gubernamental quieren prohibir las 'fake news', les preocupa mucho «la desinformación», aunque se trate de revelaciones que, a la vuelta de unos días o unos meses, acabamos por saber. Nunca hubo un equipo de Moncloa tan organizado y riguroso para mentir y manipular a las masas. Fíjense como una y otra vez, en medio de una polémica sobre un asunto grave, son capaces de poner el foco en cualquier sucedido secundario o sencillamente irrelevante. La exalcadesa de Pamplona, tras la vergonzosa moción de censura que desalojó a Unión del Pueblo Navarro del gobierno de la ciudad, dijo: «Prefiero fregar escaleras antes que ser alcaldesa con los votos de EH Bildu». Pues bien, este modo coloquial, «fregar escaleras», en un alarde impresionante de hipocresía, ha sido girado de tal forma que «es una manifestación clasista, un desprecio intolerable por los trabajadores de limpieza». Sepan ustedes -lo saben- que describir un trabajo o una tarea como indeseada por ser escasamente retribuida y poco valorada no es faltar el respeto a nada ni a nadie. No se puede ocultar detrás de las escaleras y su limpieza la situación de venta de votos o instituciones en un pacto siempre negado y cuya catadura moral no resiste el mínimo examen. Fíjense, aquello de «que te vote Txapote», también por acción de la misma oficina de manipulación de masas y focos, quisieron convertirlo en una falta de respeto a las víctimas del terrorismo. Como si pactar con quienes llevan condenados de ETA en sus listas fuera baladí, menor o indiferente. Es, como suele decirse, coger el rábano por las hojas, centrar una noticia en algún detalle intrascendente convenientemente explicado para deformar su significado y adjudicar supuestas intenciones. Al fin se trata de dejar pasar un hecho grave directamente causante de un gran enfado colectivo, para poner todo el énfasis en lo más inocente o incluso equívoco para sacar del escenario a sus verdaderos protagonistas.
Al grito de «ETA no existe» o «Bildu es un partido progresista tan democrático como cualquier otro», las cesiones a descontar, la evidente desigualdad y el cuestionamiento de la legalidad constitucional, Sánchez cabalga. Todo por un puñado de votos para «pasar a la historia», sí, y sin duda que pasará, pero con una mueca dañina desencajada y un título final: «El pueblo lo echó con los votos a todo meter».
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