JOAQUÍN L. RAMÍREZ
Domingo, 24 de junio 2018, 10:20
El futuro era esto y nadie nos lo dijo. Cada minuto que llega y el siguiente resultan no sólo desconocidos, sino tan nuevos que nos cuesta más prever qué pasará. Son minutos complejos y más las horas y los días. Acostumbrados a ir todos a una, el actual proceso de elección de precandidatos del partido que representa al centro derecha español es un guiso de libre configuración que nadie osa controlar y en el que la discrepancia es tan natural como su estructura. Hasta siete aspirantes se han dado a conocer como tales y casi todos o todos han gozado de la simpatía y el respaldo de militantes y votantes hasta hace poco en unos casos y en otros.
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Sin menosprecio y sin querer hacer de menos a ningún contrincante, se alza la idea de que hay tres de ellos que se van a distanciar cuantitativamente del resto de forma clara. Pero sólo pueden quedar dos, en todo caso. Así pues, pronosticar el nombre de los dos 'finalistas' es más un ejercicio de pitonisa que de avezado e informado opinador. Y no digamos ya lo arduo que es adivinar en qué terminará todo, quién será finalmente el presidente del Partido Popular allá por el 20 y 21 de julio. Cospedal, Sáenz de Santamaría y Casado son los claramente destacados. Y, ahora sí, hay que decidirse por unos de ellos. Los tres tienen grandes virtudes y una gran amplitud de seguidores. Los tres explican muy bien las buenas y grandes razones por las que deben recibir el apoyo de los llamados a votar en este proceso.
Los electores deben ejercer su derecho con responsabilidad y más fundamento tendrá su decisión mientras más informados estén. Es ésta una votación de unos pocos en un universo de unos muchos y, desde luego, opinamos todos. Ello inevitablemente condiciona los resultados en mayor o menor medida. Hay distintos tipos de votantes, algunos no mirarán hacia fuera para decidir, otros sí. Igualmente, como en todo, los medios de comunicación van a llevar una parte alícuota de influencia en el sentido final del voto. Además, unos y otros parece que se empeñan en dar a conocer sus preferencias para lograr atraer adeptos para la causa elegida. Sin embargo, este es el momento del militante, del voto individual, libre y -si así se quiere- secreto. No se vota en grupo, ni colectivamente y, por mucho que cueste, no debe mirarse de reojo ni con desconfianza a quienes no parece que vayan a apoyar las tesis propias. Tampoco es edificante pensar que al finalmente discrepante del veredicto definitivo vaya a guardársele recibo o factura. Se pueden hacer muchas cosas, pero no deben hacerse ni éstas ni otras muchas más.
A concurso vendrá también la opinión o las preferencias de los otros partidos. No parece aconsejable seguir la elección de aquellos que nunca van a votar al PP, puesto que las razones que pueden llevarles a decidirse verbalmente por una u otra persona para dirigir al partido que quieren tumbar no pueden servir a sus contrarios. Así pues, para tomar una resolución habrá que estar a trayectorias, acciones y su comparativa. Incluso a favorecer la idea de que se trata de hablar y comprometerse en la mejor fórmula para renovar el partido, no exactamente a entretenerse en alternativos programas de gobierno. Primero hagamos partido con ilusión y humildad, después haremos propuestas para alcanzar responsabilidades y también gobierno.
El momento es crucial, son la tarea y los gestos para conformar el partido del centro derecha del siglo XXI, su funcionamiento y su papel. Esta es una nueva refundación del PP, con un sistema electivo a doble vuelta, en el que los militantes votarán directamente a la persona que consideran mejor para ejercer la dirección y la presidencia del partido mayoritario. Otras opciones políticas cuya trayectoria es reciente y que disputan este espacio pueden ver muy mermadas sus posibilidades futuras en este escenario. El PP debe saber elegir lo mejor y más significado y comprometido con las ideas de un centro derecha moderno sin complejos ni intoxicaciones ajenas, encarnando sus auténticos valores. Elegir la opción más integradora, ilusionada, valiente, y representativa, capaz de actuar con responsabilidad, acierto y contundencia, cuando así se requiera. El pragmatismo y la gestión son elementos de trabajo para cualquier dirigente político, pero nunca renunciando a lo importante, a los principios colectivos de aquellos a los que el Partido Popular representa. Y nunca es nunca.
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Vengan y vean. Los acontecimientos han servido una gran oportunidad: en menos de un mes habrá presidente y la tarea refundacional del partido hegemónico del centro derecha consolidará su liderazgo y su oferta política. Primero es España.
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