Lo de Madrid. Hay que dejar tiempo para que Madrid y el país asuman cómo una de las regiones más transparentes pudo estar en tal ... guerra, en tal batalla de Madrid cuyas víctimas, por ahora, han venido siendo los que se han criado y se han desempeñado una vida a este lado de la barra. El mismo lado donde se ha creado Occidente. Ha habido una crispación nunca vista, hice que viéramos el debate en un bar, y ya llegó el calor. Ganaron, y bien, los 'tabernarios'.

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-Excursión. Este trabajo, cuando no hay que llevar casco de autodefensa ni máquina de fotografía, es más que fabuloso. Nos fuimos al pueblo más pequeño del censo, como en la novela de Delibes 'El disputado voto del Señor Cayo'. Pasamos por un embalse enorme que a mí me recordó a aquellos sábados en que mi padre cogía por mayo el coche y nos llevaba a remojarnos a El Chorro. Es lo proustiano que tienen los embalses. En ese mismo día, aprovechando el viaje, acabé no sé cómo en una zona adehesada, con su placita para tentar y su matador que volvió a abrirme la ilusión perdida por la fiesta. Pocas veces, este intruso ha sentido un 'stendhalazo' en otro sitio que no sea el campo. Gracias a Finito de Córdoba y su gente, pues, por dejarme participar del ritual. A mí y a mi 'partner' Guillermo Navarro, sabio de las alturas y los colores. Un sábado campero que empezó siendo miércoles.

-El incendio. Ardió Proteo. Ardió con la tragedia de un mundo que se muere, pero también con la solidaridad de los lectores que saben que una librería es el ultimo cuarto que nos libra del fin de una vida. El libro que combustiona, leído o no, abrasa en la piel a poco hacer del alma. Pero cualquier librería son los lectores, y los lectores ya se han puesto en marcha. Y la ciudad no puede perder otro templo del Humanismo. Agrupémonos todos, claro.

En Proteo se vendían los libros con los que nos íbamos haciendo alguien. Recuerdo la visita previa, la compra de ejemplares que nada tenían que ver con el objeto de la visita. Tenía algo de templo, y el ritual era empezar la lectura justo cuando tomábamos el 11 vuelta a casa. Si era por estos días, nos bajábamos en el Balneario y leíamos hasta que se hacía de noche en la arena limpia. Placeres, pues, que deben volver más pronto que tarde.

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-El fin del estado de alarma. Rayaba lo inconstitucional como lo rayaba el secuestro civil de la pasada primavera. Cayamos lo justo, le dimos tiempo al sentido común y a la ciencia. Solo la segunda cumplió con la premura de salvar a la humanidad. Se me recluyó en un sótano cerca de los míos. Busco el formulario para que me devuelvan el tiempo perdido y el dinero gastando en antipresivos inútiles.

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