La tribuna

Ucrania, el retorno de la diplomacia

EE UU reconoce por fin que el origen del problema radica en la expansión de la OTAN

Diego Núñez

Catedrático jubilado de Filosofía

Martes, 25 de febrero 2025, 00:13

La fecha del 13 de febrero de 2025 pasará a los anales de la Historia occidental como un hito relevante: tras tres años de guerra, ... se inicia el camino hacia la paz en el conflicto ucraniano. Aunque todavía no se conocen los detalles concretos del Plan, podemos destacar ya dos novedades importantes: la primera es que ya no se habla de la invasión rusa en términos militares, sino de contactos diplomáticos; y la segunda, los actuales dirigentes norteamericanos han reconocido por fin que el origen del problema radica en la expansión de la OTAN. Es éste un punto de partida enormemente positivo y esperanzador. A menudo, sobre todo en asuntos históricos, no hay enfoque más esclarecedor que el que se hace desde una perspectiva genética. No es fácil ir a la raíz de los hechos en los tiempos tan inmediatistas que nos están tocando vivir.

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En 1991, tras la desaparición de la Unión Soviética, se instaló en la política exterior norteamericana una línea extremadamente agresiva y arrogante, bautizada con el rótulo de neoconservadora. Su planteamiento se puede resumir del siguiente modo: «Bueno, ya no tenemos enemigo. Somos el país más poderoso de la Tierra, y por tanto podemos hacer lo que nos venga en gana». Se trataba de una mentalidad de corte supremacista y unipolar. La diplomacia se dejó de lado, y los problemas internacionales se afrontaron con un talante decididamente belicista. A pesar de cosechar fracaso tras fracaso (Irak, Libia, Afganistán, y ahora Ucrania), la prepotencia de los neoconservadores no les permitía reconocer sus errores. Hicieron caso omiso de la promesa dada en febrero de 1990 por el entonces Secretario de Estado, James Baker, a Gorbachov de que la OTAN no se expandería ni una sola pulgada hacia el Este de Europa. En 1994 decidieron la expansión de la Alianza Atlántica hacia la Europa del Este frente a propuestas razonables de crear en esos países una zona neutral. Su objetivo primordial era cercar a Rusia estratégicamente y provocarla a las primeras de cambio. No les importaba lo más mínimo que este hecho podía meter a Europa en un gran lío, como así ha sido. A la cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest en 2008, George Bush Jr. vino con un firme propósito: la entrada en la organización atlántica de Georgia y Ucrania, sin tener en cuenta la advertencia reiterada de Putin de que no quería la presencia de las tropas otanistas en esos países fronterizos. Como cuenta Angela Merkel en sus 'Memorias', algunos dirigentes europeos allí presentes trataron de hacerle ver que era una mala idea. A cuenta de qué –le vinieron a decir– hay que provocar al gran oso ruso ahora que la situación está en calma. Además, tú tienes el Atlántico por medio, pero nosotros tenemos a los rusos como vecinos. Pero la Administración Bush siguió insistiendo a la par que los europeos comenzaron a doblegarse. A partir de aquí, la relación de los dirigentes europeos con los Estados Unidos inició una etapa de creciente servilismo y sumisión hacia los mandatos americanos marginando en muchos casos los intereses propios de Europa. Si estos dirigentes hubiesen resistido las presiones estadounidenses, como hicieron en 2003 con la guerra de Irak, las cosas hubieran discurrido por otro camino, y no estaríamos en Europa ahora en la lamentable situación en la que estamos. No es descabellado pensar que los 'neocon', como se les suele llamar, no solo querían debilitar a Rusia utilizando el pretexto ucraniano, sino también y sobre todo a la Europa continental. Basta leer el Informe de la Rand Corporation de 2021.

Otro error no menos grave fue la actitud de Francia y Alemania en el cumplimiento del Acuerdo de Minsk II. Este acuerdo, alcanzado en febrero de 2015, tenía por objeto detener la escalada de violencia en suelo ucraniano entre los nacionalistas y los prorrusos del Donbás, que estaba derivando en una verdadera guerra civil. En este Acuerdo se concedía a los independentistas del Donbás una autonomía parecida a la que disfrutan los habitantes de la bella región de Tirol del Sur (Alto Adige en italiano), modelo que inspiró a Angela Merkel en la redacción del texto del citado Acuerdo. Francia y Alemania eran los garantes de la implementación de estas medidas, pero pusieron muy poco empeño en que se llevaran a la práctica. Como reconoció Angela Merkel en una entrevista ocurrida en Berlín el otoño pasado, el Acuerdo de Minsk solo sirvió para que Ucrania ganara tiempo y se rearmara profusamente. Una vez más, los dirigentes europeos hicieron dejación de sus responsabilidades para no molestar a la Administración norteamericana.

Y en último lugar, conviene recordar que la guerra de Ucrania se podría haber detenido al mes de haber comenzado si no hubiese tenido lugar la injerencia anglosajona. Es bien sabido que las delegaciones rusa y ucraniana llegaron a un compromiso de paz el 30 de marzo de 2022 en Estambul, compromiso que consta por escrito, en el que básicamente se restablecía el Acuerdo de Minsk y se recogía la renuncia de Ucrania a entrar en la OTAN. Pero una semana más tarde, Boris Johnson se presentó de improviso en Kiev para decirle a Zelenski que tenía que continuar la guerra. A todas luces, el mandato era cínico e irresponsable. Los anglosajones sabían muy bien que hasta ahora no se conoce la manera de derrotar a una potencia nuclear cuando ésta ve amenazada su seguridad existencial. ¿Resultado?: un país, como el ucraniano, destruido, con más de un millón de bajas, y una Europa con su economía hundida y en creciente convulsión política.

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