Los votantes cumplieron de manera admirable: ni el calor insoportable ni el fastidio de ver alteradas sus vacaciones impidió que acudieran a cumplir con su obligación como ciudadanos a depositar su papeleta a los colegios electorales o a las oficinas de Correos. La ausencia absoluta ... de incidentes y el porcentaje de participantes fueron ejemplo infrecuente cuando se compara con lo que suele ocurrir en otros países, algunos incluso con mayor tradición democrática.

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El problema es que el recuento de votos no se ajusta a la aritmética parlamentaria a la hora de determinar qué partido será el que consiga el poder. Los dos candidatos importantes, Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez, han estos días intentando conseguir un objetivo que se ha vuelto muy complicado. Empezó con la elección de la Mesa del Congreso de los Diputados y el Senado y, resuelto este trámite, viene la parte más difícil.

Los aspirantes que necesitan la mayoría absoluta para formar el Gobierno se esfuerzan por conseguir los apoyos para alcanzar los 176 escaños. Feijóo lo tiene casi imposible, salvo sorpresas que en la política nunca hay que descartar. Sánchez, que paradójicamente consiguió menos votos y menos escaños, tiene perspectivas de conseguirlo si consigue sumar los diputados de otros partidos que aumentan sus exigencias. Tanto que en algunos sus pretensiones bordean la Constitución y sortean a la justicia. En esta negociación hay dos partidos cuya situación es muy negativa ante la opinión pública, que nunca puede ser olvidada ni desdeñada. Uno es Bildu, que su legalidad no consigue superar el recuerdo criminal que ha heredado y sus actitudes ofrecen actitudes propicien el perdón que requiere la memoria de un millar de muertos asesinados desde la delincuencia terrorista. El otro es Junts, un partido con un pasado digno, pero con un líder, Carles Puigdemont, que perpetró un golpe de Estado y frustrado en su intento huyó cobardemente al extranjero.

Desde entonces no ha cejado en su empeño de retar a la justicia, que tiene muchas cuentas que ajustarle, y de propagar internacionalmente sus pretensiones independentistas y denigrar la imagen de España, de su democracia y de su dignidad como nación seria y unida y europeísta. Ante la opinión pública su nombre y su trayectoria no puede por menos que ser abyecta y ante la ley, un sujeto que la burla y desafió negándose a comparecer ante unos tribunales en los que tendría todo el derecho a defenderse. La complejidad para sumar los apoyos parlamentarios que Sánchez necesita es un interlocutor necesario, pero indeseable.

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